jueves, 27 de octubre de 2011

ALGUNAS IDEAS ACERCA DEL CARÁCTER UTOPICO O POR EL CONTRARIO PESIMISTA DEL PENSAMIENTO DE FRIEDRICH NIETZSCHE COMO ALGO EXCLUYENTE Y POR ENDE PROBLEMÁTICO.

ALGUNAS DIGRESIONES  ACERCA DEL CARÁCTER UTOPICO O NO DEL PENSAMIENTO DE  FRIEDRICH NIETZSCHE. (A PROPÓSITO DE UNA VIEJA POLÉMICA)


Por: Manuel Donado Solano.  Mg. en Etica-Filosofía Politica. Uninorte-Univalle


Releyendo en una revista un artículo sobre el pensamiento de Nietzsche, traigo a colación  la controversia académica suscitada hace muchos años en el Teatro Amira De la Rosa, durante la primera sesión del conversatorio de filosofía programada por el Instituto de Filosofía de la Universidad del Atlántico “Julio Enrique Blanco” en ese año que no logro precisar, pero que dejó en mí una gran inquietud, debido a la temática de ese evento, la cual versaba acerca de si era posible ver en el pensamiento de Friedrich Nietzsche algún atisbo de utopía o si por el contrario podría considerársele como el más preclaro heraldo de la ineluctable decadencia que ha de padecer Occidente sin posibilidad alguna de sustraerse a tal acontecimiento, sería pertinente hacer,aunque de manera muy breve y bastante extemporánea, algunas digresiones muy generales, sobre todo cuando se trata de un coloso del quehacer filosófico, cuyo pensamiento, si bien tiene una hilación, ésta no se explaya en explicaciones ya sean de carácter sistemático,lineal o acabadas.

En este breve y somero escrito, primero que todo tendríamos que empezar diciendo que una utopía no siempre es la proyección etérea de un arquetipo que englobe un mundo paradisiaco y feliz sino también “un intento de descubrir las potencialidadesque las instituciones existentes ignoraban u ocultaban bajo la antigua capa delas costumbres y los hábitos”.1

En este mismo sentido, AntonioMonclús en su libro “El pensamiento utópico contemporáneo” nos dice que “en el utopismo estético, además de abogar por la destrucción del corrompido orden existente, hay una comparación de la sociedad imperante con relación a otra cosa, a otro hombre, a otra sociedad que bien se querría alcanzar”.2

Teniendo en cuenta la argumentaciónde las anteriores aseveraciones, podemos decir sin temor a equívocos que en Nietzsche esa labor de disección y crítica a que somete toda la tradición filosófica de Occidente, se propone, además de demostrar la falacia y el error que han entronizado la metafísica y el pensamiento lógico-positivo, potenciar a un hombre que en la medida  que él mismo se haga consciente del error y el engaño a los que ha estado sometido, será capaz de erigirse en un vigoroso creador con un impulso sincero hacia elconocimiento y la verdad así como de nuevos valores, propios de una existencia rica y pletórica.



Es de ahí que sería harto problemático aseverar tajantemente que Nietzsche no cree en el progreso. Por supuesto que no puede creer en un progreso que tenga como cimientos, por unlado a una ciencia cuyo fundamento sean leyes que no dejen de ser meras conceptualizaciones y abstracciones chatas de seres y fenómenos inclasificables por sus ricas facetas y matices, y a quienes para aprehender no basta la limitada racionalidad de una ciencia positiva que no hace mas que inventar ilusiones que plasma a través de metáforas que no expresan lo real pero que a causa de su convencionalidad han trocado tal ilusión y error en  una verdad.
        
Ahora bien,Nietzsche sabe que el hombre no soporta la verdad con toda su aspereza y realidad, y esto  le hace  inconsciente de esa ilusión y error en el quese encuentra. Entonces, ¿qué hacer para que el hombre encuentre su auténtico instinto de verdad y logre abandonar el error y la ilusión que le mantienen atado y se convierta en un ser verdaderamente libre de errores e ilusiones?¿Qué ha de conducirlo hacia esa condición ideal?

Que se haga consciente de esas ilusiones, además del conocimiento que logre edificar através del arte o cualquier otra sensibilidad y así evite entronizar como verdades, visiones estereotipadas del mundo y la realidad. 

Entonces,¿quién podría negar que aquí se esconde la búsqueda de un verdadero ideal?

Ahora, lo que sucede, como lo ilustré anteriormente, es que debemos precisar bien las diversas connotaciones que adquiere el vocablo utopía, por que de lo contrario,esto nos llevaría a equívocos como el de considerar en planos excluyentes lo que denominaríamos el pensamiento utópico y el visionario.

¿Y qué decirde lo que Nietzsche llama en su libro “Humano, Demasiado Humano”, los espíritus libres? 

      

 En lo concerniente a este tópico, finalizaréeste breve y sencillo escrito reproduciendo lo que dice al respecto Dolores Castrillo Mirat : “El espíritu libre de Humano, Demasiado Humano representa precisamente ese camello de la fábula de Zaratustra que se ha mudado en león. Allí, en la soledad del desierto, conquista su libertad, arrojando por la borda el peso de los valores y las creencias establecidas que el camello portaba en su joroba; pues quiere ser señor aunque sea en su propio desierto, y para ello se transforma en león capaz de un santo decir no a todo hasta cuanto entonces se venía tomando por bueno, belloy verdadero”3


1 Mumford, Lewis ; La condición del hombre, Fabril, Buenos Aires.
32 Monclús Antonio; El pensamiento utópico contemporáneo, Ediciones CEAC.Barcelona. 
3 Castrillo Mirat Dolores. Prólogo de Humano, Demasiado Humano de Friedrich Nietzsche. Pag 12. Editorial Alianza. Madrid. 1996. 

domingo, 16 de octubre de 2011

A PROPOSITO DE UNA VISION ARISTOCRATICA: EL NIHILISMO PASIVO COMO ELEMENTO CLAVE PARA ENTENDER LA PSICOLOGÍA DEL CRISTIANISMO, SEGUN FRIEDRICH NIETZSCHE.

Manuel Donado Solano.

En este breve y modesto escrito, se intenta poner de manifiesto, a grandes rasgos, la relación primigenia y fundamentadora entre lo que el pensador alemán llama la rebelión de los esclavos en el plano moral, encarnada en los ideales derivados de la transvaloración que conduce a la negación de toda pulsión vital de dominio, como algo característico en las valoraciones propias de ese ejército del resentimiento, y su condicionamiento por lo que Nietzsche denomina Nihilismo pasivo.

Podríamos aseverar, que en la llamada psicología del cristianismo, desarrollada por Nietzsche en la primera parte de su obra  Genealogía de la Moral, constituye un aspecto de capital importancia el papel que juega en el surgimiento de aquella, lo que él en sus Fragmentos póstumos llama Nihilismo pasivo, como bien lo anotamos arriba.

Es importante tener en cuenta para no dar lugar a equívocos, que el Nihilismo pasivo al cual nos referimos, es a lo que el filósofo de Röcken concibe como "aquel predominio de la compasión, la extenuación espiritual y la falta de disciplinamiento. Placer o displacer, a esto se reduce todo. Contramovimiento contra la delimitación y contra la hostilidad de las naciones"(Nietzsche Friedrich, Fragmentos Póstumos. Pag.10. Editorial Norma. Bogotá. 1993)
Ahora bien, si el denominado Nihilismo pasivo encuentra un fundamento sólido en el perdón, la resignación, la humildad y otros ideales del rebaño cristiano como algo propio de la impotencia y debilidad, traducida en su imposibilidad para afirmarse a través de la lucha permanente y la fuerza transformadora, entonces no deja de ser una actitud signada por el desaliento espiritual y el tedio que produce la convicción del sin sentido y la futilidad de todos los actos en esta vida terrenal, haciendo de ésta una existencia opaca y mediocre que renuncia a alcanzar los más trascendentales logros en función del poder y la dominación.

Siguiendo este orden de ideas podemos colegir, según Nietzsche,que "la valoración de la casta sacerdotal derivada de la competencia por imponer los valores propios del espíritu gregario, debido a su incapacidad para afirmarse en los instintos de dominación, la fortaleza y la guerra, ante lo cual, echa raices en ella el odio y la venganza, traduciéndose esto en la inversión aristocrática de los valores"(Nietzsche Friedrich. La Genealogía de la Moral. Pag.20. Alianza Editorial. Madrid. 1994)

No sería aventurado afirmar que una valoración que tiene su origen en la impotencia y la debilidad, mas que encarnar odio y venganza, hallaríamos en esa transvaloración la elección deliberada y consciente de un ser apacible que se ha resignado a obedecer dócil y sumisamente ante la adversidad tanto de las circunstancias así como a patrones signados por la tradición o también debido a la visión pesimista que anida en él al comprobar la futilidad de toda empresa en el mundo terrenal.
Se hace evidente aquí, según la concepción de Nietzsche, que el rebaño valora bajo el peso abrumador del desaliento y la extenuación espiritual, tornándose en la antítesis de aquella valoración que se da a partir de la actividad fundada en la necesidad de afirmar el despliegue de instintos de dominio y voluntad de poder, impregnando así el sello propio de la vitalidad y el ímpetu guerrero y transformador.
Pero tal vez, lo que no es perceptible a la visión del noble guerrero al valorar lo malo como lo bajo, mediocre, débil;e incapaz de luchar y transformar; es el hastío y la renuncia a acometer cualquier empresa deconstructora y revolucionaria debido al arraigado pesimismo que no da tregua alguna debido a la entronización de poderes ancestrales. Aquí podemos tomar como caso concreto la aparente claudicación de las huestes cristianas ante el Aguila romana. Ahora bien, cuando este rebaño de sumisos, débiles e impotentes logra convertir en ideales virtuosos sus limitaciones e impotencias como la misericordia, el perdón, la humildad, la bienaventurancia etc, es en este momento cuando, según Nietzsche, se ha operado de manera sutil el asalto que ha llevado al predominio de la moral de los esclavos.
Aquí, "la debilidad es transformada en mérito, la impotencia en bondad, la humildad, la sumisión en obediencia".(Nietzsche, La Genealogia de la Moral. Pag. 14.)

Junto a esta transvaloración que acepta y concibe como virtud a imitar la falta de acción, la quietud y la docilidad como signos o efluvios de una conciencia de lo intrascendente, vano y sin sentido, sería de vital importancia, teniendo en cuenta el norte al cual apunta este breve escrito, tomar en consideracon la manera como la aristocracia griega diferencia de sí al pueblo griego cuando dice: "a los filósofos recordémosle en que sentido se usan miserable, desgraciado, fracasar, tener mala suerte, desdicha "(Ibidem. Pag,55)
Es importante no pasar por alto que en esta valoración se encierra o participan sustancialmente en ella aquellos quienes han resignado toda posibilidad de acción creadora o subvertidora a un no-hacer. De ahí, que aquel estado de impotencia fuese asimilado al desgraciado o al signado por la mala suerte.

Como complemento ideal en el propósito de ver los inicios del Nihilismo pasivo en estrecha conexión con el proceso de transvaloración cristiana, es de gran ayuda entrar a analizar en qué consiste la felicidad para el rebaño cristiano. Veamos que dice Nietzsche al respecto: "Al nivel de los impotentes, de los oprimidos, de los llagados por sentimientos venenosos y hostiles, en los cuales la felicidad aparece esencialmente como narcosis, aturdimiento, quietud, paz, sábado, distensión del ánimo y relajamiento de los miembros, esto es, dicho en una palabra como algo pasivo"(Ibidem, Pag. 44)

Ahora bien, es innegable que en el pensamiento nietzscheano esta narcósis o mas explicitamente lo que él llama distensión del ánimo, la vuelta a la inmovilidad y al no-hacer como signo elocuente de la interiorización de una actitud nihilista. Una contraposición a los valores emanados de la voluntad de poder a través de una inactividad como producto del ineluctable fatalismo de una visión pesimista donde todo conduce a la inexorable nada.
Pero una de las mejores formas de dar vida y justificar el no-hacer como efecto del pesimismo y el desaliento espiritual que lo diluye todo en el sin sentido y la nada, es edificando de manera ideal un reino de la felicidad del más allá.
De esta manera la indiferencia, el dejo y la apatía que también se reflejan en la obediencia, el perdón y la sumisión, obtienen en la bienaventuranza su mas preciado galardón.

Pero veamos como lo deja traslucir Nietzsche en el siguiente diálogo:
_¿Y cómo llaman aquello que les sirve de consuelo contra todos los sufrimientos de la vida -su fantasmagoria de la anticipada bienaventuranza futura?

-¿Cómo?  ¿Oigo bien?  A eso llaman el juicio final, la llegada de su reino, el de ellos, el reino de Dios -pero entre tanto viven en la fe, en el amor, en la esperanza.

Mas adelante dice: -Para presenciar esto se necesita vivir largo tiempo, más allá de la muerte. (Ibidem.
Pag.55)

Nada mas acorde para justificar esa ausencia de ambición por transformar el entorno y dominar al otro como acción propia de una acción guerrera, que posponer sobre presupuestos tan utópicos e ilusorios el advenimiento de un reino donde el rebaño del cristianismo entonces podrá resarcirse de las desdichas y desventuras forjadas en el sopor de la abulia, indiferencia y dejo mientras contemplan extasiados el castigo a quienes en vida osaron desplegar todas sus facultades y pasiones vitales.

Aquí se hace presente lo que Nietzsche llama la venganza del rebaño del resentimiento con el advenimiento del juicio final donde se premiará a los buenos y se castigará a los malvados, dándose ese momento tan esperado por este ejército de lisiados para así ejercer su dictadura.
En el fondo, esto no deja de ser el mas engañoso pretexto de quienes optaron po un Nihilismo a partir del cual trasegarán por el ineludible sendero de la impotencia y las claudicaciones, desde donde mirarán de soslayo a los nobles y vigorosos guerreros que han osado echárse el mundo sobre sus hombros.


 


sábado, 1 de octubre de 2011

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 REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA Y LA PAZ DESDE LA PERSPECTIVA ÉTICA Y JURÍDICA DE KANT Y KELSEN: GÉNESIS Y EFECTIVIDAD DEL DIH

Por: Manuel Donado Solano
      INTRODUCCION

El presente trabajo se traza como norte o intenta muy someramente buscar una aproximación entre los planteamientos tanto de Hans -  Kelsen como de Emanuel Kant sobre la necesidad de aclimatar la paz a través de la juridicidad, o sea, en el marco de la legalidad y el predominio de la Ley como premisa básica del Derecho Internacional al momento de evaluar y sancionar desde una instancia o Tribunal de carácter penal, aquellas conductas que transgredan la normatividad que regule la convivencia pacífica entre las naciones así como la comisión de acciones que se enmarquen como delitos de lesa humanidad.

En esta misma secuencia de ideas, es de gran relevancia la importancia de planteamiento de gran significado en el caso del Derecho y la Filosofía práctica, por prescribir de manera incontrovertible desde lo ético y lo moral, mandatos que tienen como norte la preservación y el respeto de la vida, la integridad física y la autonomía, así como la convivencia de las naciones.

Para llevar a acabo lo arriba expuesto, se hace necesario tomar muy brevemente en análisis, aspectos esénciales de estos dos pensadores en obras como “La Paz por medio del derecho” de Kelsen y “La paz perpetua” de Kant, las cuales se constituirán en referentes básicos para llevar a feliz termino lo que creo poder plasmar en este modesto escrito
Es a partir de lo anteriormente planteado que podemos insertar a Kant y Kelsen como dos ilustres pensadores que han influido notablemente en la génesis y el desarrollo del Derecho Internacional Humanitario, tan necesario en nuestros tiempos, los cuales se hallan signados por la violencia y la barbarie, tanto en los conflictos domésticos como en los de carácter Internacional donde campea la arbitrariedad y el irrespeto al Derecho Internacional, con tal de preservar la hegemonía y los intereses geopolíticos de las grandes superpotencias a través de lo que hoy se conoce como las más llamadas “guerras preventivas”.
2. LA NECESIDAD DE SOMETER LA GUERRA A UN CONTROL ÉTICO Y A LA NORMATIVIDAD DEL DERECHO EN EL PENSAMIENTO DE KANT Y KELSEN

Por lo general, cuando hacemos alusión a la irrupción de conflictos en el tejido social, se ha vuelto una creencia generalizada que éstos constituyen un elemento indeseable o demasiado perturbador que debe ser suprimido a toda costa. En este sentido dicho punto de vista debe ser aclarado en lo que tiene que ver con el hecho del carácter connatural e inevitable de aquellos en todas las sociedades o grandes grupos humanos en cuyo interior se mueve concepciones, expectativas y demandas de los más diversos grupos o sectores sociales.

En estas circunstancias, lo que se impone es la tarea de velar para que los actores de estas reclamaciones no acudan a el expediente de la violencia con tal de hacer prevalecer sus intereses y concepciones políticas sobre las del otro, llegando al extremo de acudir al terror y el asesinato sino que se busquen causes para que las contradicciones sean dirimidas de manera civilizada y se conviertan en un factor positivo que ayude al progreso.

Siguiendo este orden de ideas, aquí no sería de gran importancia traer a colación el papel en la concepción kantiana juega la triada razón, Derecho y paz, “ya que cuando la razón y el Derecho no han superado el estado de naturaleza, los juicios privados generan disensiones y conflictos, siendo necesario apelar al denominado uso práctico  o pacificador de la razón asociada al Derecho como medio eficaz que nos permitiría a través de la crítica o la juridicidad llegar a la paz”1.
Si nos atenemos al comentario del profesor Villar Borda, podemos afirmar sin temor a equivoco alguno que aquí encontramos una coincidencia entre Kant y Kelsen sobre el papel del Derecho al momento de contribuir a erradicar, o si es el caso, regular, la confrontación armada, ya sea de carácter domestico o entre Estados sometiendo a unos canales o controles éticos una práctica propia de la interacción humana como lo es la guerra.

1 Villar Borda Luis, La paz en la Doctrina de Derecho de Kant” pág. 46 Universidad Externada de Colombia Bogotá 1996
De acuerdo con lo anterior mente esbozado, podemos inferir fácilmente la necesidad o el carácter de prima facie que adquiere la observancia y acatamiento del Derecho Internacional Humanitario (DIH), fundado en el respeto de la dignidad humana y el cual podemos definir como ese conjunto de normas que regulan la conducción de la hostilidades y establecen un equilibrio entre las exigencias militares y el principio de de humanidad. Las exigencias militares implican que el único objetivo de las operaciones de los bandos contendientes es el debilitamiento de las fuerzas enemigas. Por lo tanto se prohíben las operaciones destinadas a agravar el sufrimiento del adversario sin lograr una ventaja militar importante. De igual manera nadie podría negar en este sentido que la prohibición de acciones como el asesinato de civiles o de combatientes heridos que han depuestos las armas, así como la utilización del secuestró y la tortura; o la toma de rehenes, esto es, la retención que se hace para obligar a un tercero – llámese Estado o un particular- a cumplir con ciertas exigencias o condiciones, o en el peor de los casos la utilización del terror contra poblaciones desprotegidas e inermes para disuadirlas de un posible apoyo al enemigo, constituyen un gran avance en la lucha por ponerle un limite en la guerra a acciones que degraden a combatientes y atenten directa e indirectamente contra sectores neutrales de la población civil, ajenos a la confrontación armada.

De lo anterior mente expuesto se vislumbra la necesidad de la primacía de un principio de humanidad fuerte al momento o durante la conducción de la confrontación armada, sin temor a equivoco alguno podemos decir que esto hunde sus raíces o adquiere su fundamento en la concepción ética de Kant, según la cual, al concebir al otro siempre como un fin en si mismo y nunca como un medio por el hecho de pertenecer a una comunidad racional capaz de darse libre y autónomamente proyectos de vida, resultaría inmoral e injustificable desde todo punto de vista que se acometan acciones que lesionen la humanidad del otro, ya sea utilizando la violencia y el terror para someter su voluntad.        


Además de lo anteriormente planteado, se hace necesario recordar que a diferencia de Kelsen, Kant hace un mayor énfasis en la filosofía práctica al momento de evaluar el proceso de la búsqueda de la paz como un imperativo ético con una inconmensurable fuerza vinculante cuando el pensador alemán expresa: “Este fin (el de la búsqueda de la paz) es un fin de carácter moral, ya que la razón práctico-moral expresa en nosotros su veto irrevocable: no debe haber guerra entre tú y yo en el estado de naturaleza, ni guerra entre nosotros como Estados”2  .

Aquí queda patentizado una diferencia entre el pensador Alemán y el Jurista Vienés en el sentido que mientras para el primero la paz es producto de un proyecto ético racional “para Kelsen como bien lo anotan Massimo la Torre y Cristina García la paz es producto de un perfeccionamiento del Derecho a través de sus instrumentos jurídicos”3 .        


Ahora bien, si bien es cierto que ambos pensadores no se hacen ilusiones acerca de la imposibilidad de radicar totalmente la guerra en las actuales circunstancias en las que predomina entre los Estados como al interior de ellos relaciones de dominación y poder, en el caso de Kant, el filósofo alemán propone en su obra “La paz perpetua”, unos presupuestos para el logro de la paz, los cuales denomina como artículos preliminares y artículos definitivos. En estos, el filósofo de Koenigsberg nos plantea la imperiosa necesidad de regular la conducción de la guerra a través de la aceptación y el reconocimiento por parte de los actores involucrados en el conflicto armado, aun en medio de la confrontación armada, de unos Derechos cuya observancia y respeto se constituyen en verdaderos causes    
Éticos que hagan viable un futuro entendimiento entre los actores enfrentados.




2 Kant Emmanuel Metafísica de las costumbres pág. 195 Editorial Altaya 1993   Barcelona
3 Kelsen Hans la paz por medio del Derecho  pág 27 editorial Trotta 2008 Madrid
Se hace entonces evidente la necesidad de que el Derecho entre a regular la guerra, ya que aquí luchan dos realidades: “la del ser de violencia que es la guerra y la del deber ser de lo normativo que es el Derecho. En otros términos, en el plano jurídico de la guerra luchan dos principios, el de la necesidad de la violencia para dañar al enemigo y el de los limites de esta violencia, para evitar daños inútiles”4.
De lo anteriormente citado cobra capital importancia la visión de Kelsen hacia el final de la II Guerra Mundial cuando logró entrever la necesidad de que el Derecho Internacional contara con un tribunal de carácter penal encargado de sancionar aquellas conductas punibles que violaran la normatividad internacional y nacional sobre leyes que regulen la lucha armada. Esto lo explicita el jurista Vienés en el siguiente párrafo: “Toda violación de las leyes de la guerra cometido por el miembro de un gobierno de un estado miembro, o por autorización de ese gobierno, debe ser procesado ante el tribunal ha pedido del Estado miembro perjudicado o del consejo. El tribunal está autorizado para condenar al individuo o culpable a la pena del Derecho penal del Estado cuyo órgano es responsable por el crimen de guerra dispone para el acto si este no es un acto del Estado”5
De lo expuesto hasta aquí, podemos colegir el papel determinante jugado por estos dos grandes pensadores en la creación del (DIH), así como en el proceso de estructurar  una normatividad  para una mayor efectividad al momento de penalizar las infracciones cometidas contra  el Derecho Internacional Humanitario en la regulación de conflictos armados tanto internos como de carácter internacional, signados por la barbarie y la descomposición.

Si bien es innegable el merito de Kant al publicar en 1795 su gran obra “la paz perpetua”, en la cual propone en uno de los artículos preliminares la prohibición a suscribir pactos o tratados que oculten segundas intenciones que puedan desatar otra guerra así como evitar durante la confortación armada, actos de sevicia y crueldad que hagan imposible la creación de espacios que hagan posible un      



4 Flores Fernández José Luis, Del Derecho de la Guerra pág. 47 Ediciones Ejercito 1982 Madrid
5 Kelsen Hans  op. cit  
acercamiento mediante la generación de confianza para que se pueda dar un proceso de paz. Lo anterior corrobora lo planteado por Villar Borda al aseverar que en la modernidad, la humanización de la guerra, encuentra en Kant su máximo exponente ya que “a diferencia de quienes le antecedieron, el filósofo de Koenigsberg reflexiona sobre formulas y principios que controlen los conflictos entre los hombres y las naciones”6.
También resulta de gran trascendencia del hecho del planteamiento de Kelsen en el sentido de la necesidad de que a través del Derecho Internacional se sancionen a través del tribunal penal internacional a los Estados transgresores del orden mundial o nacional, así como a sus representantes individuales al cometer actos o crímenes de lesa humanidad. Esto en cierto sentido fue un adelanto de lo que más tarde se conoce como Corte Penal Internacional  o Estatuto de Roma como mecanismo eficaz para ponerle freno a la violencia y los crímenes de lesa humanidad perpetrados en los conflictos armados por los Estados a través. Pero veamos en este extenso párrafo de que manera ya el jurista vienés se anticipaba al respecto: “castigar a los autores de una guerra significa hacer a ciertos individuos responsables castigándolos por actos cometidos por ellos mismos, por sus ordenes o con su autorización”. De la misma manera “que los actos del Estado son actos realizados por individuos en su carácter de órganos del estado y, por lo tanto, actos o transgresiones imputados al Estado” 7.

Sin lugar a dudas que lo anterior mente expuesto se constituye en un formidable paso para empezar a despejar las dudas y resquemores que en su tiempo – para muchos todavía validas hoy en día- abrigó Hegel, con respecto al ideal de paz concebido por Kant, en el sentido de crear una federación de Estados, regulaba por leyes publicas coactivas, aceptadas en común acuerdo a través de tratados o convecciones multilaterales, ante lo cual Hegel dudaba ya que para él, “esta en ultima instancia descansa en consideraciones propias de sus voluntades particulares y soberanas” 8.           

6 villar Borda Luis” pág. 36 op cit
7 kelsen Op. Cit. Pág. 92
8 G.F Hegel. La filosofía del Derecho  pag 330. Ediciones universidad central de Venezuela caracas 1976


Pensar en el carácter inevitables de los planteamientos del filósofo de Stuttgart, nos conducirá inevitablemente a avalar doctrinas o concepciones como el de “guerras justas e injustas” fincadas en el poder o soberanía que tiene cada Estado, según sus intereses e ideología, a declarar como enemigo o enemigos a otros Estados, y así quedar facultado, sin ninguna regulación jurídica internacional, a emprender la guerra. 
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domingo, 18 de septiembre de 2011

ARGUMENTOS Y POSICIONES QUE CONTRIBUYEN A FUNDAMENTAR  LA PAZ COMO UN VALOR ETICO.
Por: Manuel Donado Solano.
Indudablemente que toda sociedad organizada racionalmente, requiere de una convivencia pacífica para hacer efectivo el cumplimiento de los principios jurídicos, de las leyes y de las costumbres. Esto hace que la paz al equipararse al medio o condición sine quanon mediante la cual se preserva y garantiza el goce de los derechos fundamentales y en especial el de la existencia, se convierta en una aspiración de carácter ecuménico al que tiende el género, adquiriendo la connotación de un valor ético.

Es de gran importancia tener en cuenta que entre las bondades que traería un estado de convivencia pacífica entre los pueblos, se resalta además de su papel como posibilitador del goce pleno de los derechos fundamentales, el de permitir el despliegue de una existencia rica y pletórica al poder desarrollar en armonía nuestras capacidades. Esto, debido a que en esas circunstancias, "las relaciones de amistad se traducen, normalmente, en relaciones de colaboración o, tal vez más exactamente, en relaciones de cooperación entre los grupos sociales que renuncian a la violencia física como medio de resolver los conflictos" (Férnandez Florez, José Luis, Del derecho de la guerra. Pag. 36. Servicio de Publicaciones del E.M.E Madrid. 1982)

En el mismo sentido, adquiere también gran significación la definición que sobre la paz plantea Bobbio al considerarla como "un estado de ausencia de guerra en tanto enfrentamiento violento continuado y duradero entre grupos organizados" (Bobbio, Norberto, El tercero ausente. Pag. 253. Editorial Teorema. Madrid. 1997)
Pero ante la creencia que equipara la paz no solamente a la ausencia de guerras sino de toda violencia, el filósofo italiano despeja lo que considera un equívoco cuando a renglón seguido y de manera aguda advierte "que la eliminación de la guerra entendida en sentido restrictivo no implica en absoluto la eliminación de la violencia en el mundo, sino sencillamente su limitación, o mejor aún, la eliminación del empleo de la violencia continuada entre grupos organizados" (Ibidem. Pag. 253)
La anterior aseveración no puede llevarnos a concluir que para el autor italiano la paz no sea un bien y la guerra un mal que la humanidad desea ver eliminado de raiz y erradicar así el peligro de una conflagración nuclear entre potencias que ponga en peligro la supervivencia de la especie.

Si echamos una rápida mirada retrospectiva a lo que ha sido el curso de la historia de la humanidad, vemos que ya en la antigua Grecia la consecución de la paz se había convertido en una aspiración que se dejaba traslucir en las obras de filósofos y poetas, donde estos últimos plasmaban bellamente a través de desesperados cantos y escinificaciones lo inconveniente de la guerra por la arbitrariedad, los horrores, la postración y toda la miseria que ella traía a las ciudades.
Es así como el sofista Isócrates, en su obra titulada De la Paz, nos dice en un extenso párrafo lo siguiente:
"La guerra nos ha traido indigencia, nos hizo correr muchos peligros, nos difamó ante los ciudadanos, y , en suma, únicamente en tormentos ha sido prolífica. Si, por el contrario, acogieramos la paz y nos condujéramos de acuerdo con los convenios, residiriamos en nuestra ciudad llenos de confianza, libres del flagelo de las guerras, de los peligros y de las discordias internas a las que hoy nos vemos reducidos. Nos enriqueceríamos día a día, al cesar de contribuir para los gastos y el mantenimiento de las naves militares y dejar de depositar cuotas para cubrir los costes de sus operaciones" (Isócrates, Sobre la paz. Tomado de Paris Varvaroussis, La idea de la paz. Pag 20. Editorial Temis. Bogotá. 1996.)
En Aristófanes, crítico mordaz de Pericles y de los generales espartanos a quienes acusaba de desencadenar la guerra fratricida entre las ciudades griegas,  también es notorio el anhelo por el restablecimiento de la paz.
En la comedia que lleva por nombre La Paz, Aristófanes, a través de su personaje Eirene, nos lega esta reflexión poética: "Paz, tan añorada por todos, eras de optimo beneficio en nuestra vida campestre; poe emanar de ti cada bien, por permitirsenos vivir una vida dulce y afable en aquel tiempo. A todo esto, la paz en su prolongada ausencia, tan distante de nosotros, ¿adónde ha ido a parar? (Horowitz, Louis Irvung. La idea de la guerra y la paz en la filosofía contemporánea. Pag 43. Ediciones Galatea. Buenos Aires. 1960)

Además de lo anterior, es evidente que ante los horrores, la violencia y las miserias que produce la guerra en el género humano, ésta es considerada como un antivalor mientras que la paz es visto como algo valioso.
Ahora, para algunos, conscientes del carácter inherente del conflicto a unas sociedades como las nuestras; policlasistas y multiculturales, "el valor de la paz se establece mucho mejor acentuando en el número de casos en que hay una correlación entre la paz y el progreso social que la mera insistencia en los horrores de la guerra" (Ibidem, Pag 50)
Aquí se hace evidente a todas luces que el fundamento ético de la paz estriba en que garantiza a la humanidad "el bienestar material a través de una evolución en armonía" (Horowitz. Op. Cit.Pag 43); concibiéndola, no como un valor en sí mismo, sino en tanto que sea favorable al desarrollo y preservación de los intereses económicos o comerciales del orbe.

Después de lo anteriormente expuesto, podría surgir la siguiente pregunta: ¿Es desde todo punto de vista pensar que un estado de convivencia pacífica, deba tener como caracteristica fundamental que en él se proyecten necesaria e incondicionadamente otros valores básicos?
Ante semejante interrogante, veamos lo que plantea el profesor Angelo Papacchini: "Ni siquiera es necesario -ni conveniente-  transformar la paz en el primero de los valores o en un valor absoluto e incondicionado, puesto que su valor queda supeditado, en últimas, al de los fines que ella contribuye a realizar: el goce de la vida, de las libertades y de los derechos fundamentales" (Papàcchini Angelo. Los Derechos humanos, un desafío a la violencia. Pag. 376. Ed. Altamir. Bogotá. 1997)

Ahora lo problemático de entrar a considerar la paz como un valor absoluto e incondicionado consiste en desconocer de tajo "que los hombres no renunciarán a la lucha por la seguridad económica así como a otros derechos fundamentales sólo por conservar la paz; ya que una paz de esta índole, socavaría las bases de la existencia humana al negar la dirección de la evolución social" (Horowitz Op.Cit. Pag.43)

En lo arriba expuesto, encontramos el fundamento a la licitud de un derecho a utilizar la fuerza con tal de hacer prevalecer los derechos fundamentales básicos cuando estos han sido escamoteados flagrantemente, impidiendo a toda costa el más mínimo respeto a la dignidad humana.
Ahora, la historia es pródiga en ejemplos de esta clase, al mostrarnos en sus páginas, casos típicos de levantamientos, sublevaciones y revoluciones que han tenido como causa esencial la liberación de yugos y regímenes oprobiosos que han conculcado los más elementales derechos. Pasar por alto estas consideraciones esbozadas anteriormente y pensar que la paz debe ser alcanzada a cualquier precio, nos llevaría inexorablemente a tener que aceptar el argumento hobbesiano según el cual la búsqueda de la preservación de la vida como máxima aspiración de los contratantes que dan origen al pacto, autoriza al gobernante a utilizar sin límites ni restricciones la fuerza del Estado con tal de garantizar el cumplimiento de ese objetivo.

Lo problemático de esta argumentación radica en el hecho que en una situación de conflicto y enfrentamiento se legitimaría el uso de la violencia y el despotismo por parte del Estado como medio expedito para asegurar la convivencia entre los asociados, asumiendo el riesgo de desatar una guerra de carácter punitivo, dándole cabida así a la entronización de un estado de violencia generalizada donde ni siquiera se tendrían en cuenta mínimamente la normatividad del Drecho Internacional Humanitario que ha de regular la guerra.



lunes, 12 de septiembre de 2011

LA ÉTICA COMO CRITERIO INDISPENSABLE E INCONTROVERTIBLE  AL MOMENTO DE  EVALUAR  LA POLÍTICA Y LA GUERRA.

Por Manuel Donado Solano.

Un aspecto que no podemos pasar por alto y el cual debemos resaltar, tiene que ver con el hecho que en la tradición de la filosofía política suscita el carácter problemático de la relación entre ética y política. Esto, debido al interrogante que deja abierto el hecho de considerar a la política como ese juego de fuerzas dirigida por una racionalidad pragmática hacia la búsqueda y conservación del poder político sin reparar en restricciones y escrúpulos de carácter moral, de un lado; y por bel otro, a la ineludible exigencia del acatamiento y observancia de criterios y principios ético-morales que guíen la toma de decisiones políticas así como en el desempeño de la misma.

Para hacer más explícito el enfoque expresado anteriormente, sería pertinente traer a colación el siguiente comentario del profesor Angelo Papacchini: "los que defienden la autonomía de la política tachan de moralismo abstracto a quienes pretenden desconocer lñas exigencias peculiares del juego político que debería responder a su propia lógica interna, más que a postulados y axiomas impuestos desde afuera. Quienes proclaman por el contrario, el primado de lo moral, condenan como una actitud irresponsable y cínica de quienes descuidan y subvaloran todo lo que no tiene que ver con cálculos estratégicos de eficacia" (Papacchini, Angelo. Los Derechos humanos, un desafío a la violencia.Pag. 405. Ed Altamir. Bogotá)

Desde ningún punto de vista puede considerarse como algo útopico que la política, generalmente equiparada por su misma dinámica a la conjunción de fines poco claros e intereses encontrados y cuya faticidad se mueve muchas veces entre máximas propias del cálculo egoista, se imponga como un deber la regulación de su actividad mediante principios ético-morales de carácter universal.
Esto adquiere mayor relevancia sobre todo si tenemos en cuenta que "el criterio de la dignidad pretende medir la moralidad de los seres racionales -y también de los políticos- en función de cual sea la manera de tratar a los demás sujetos implicados en una decisión. Considerando que las personas, por su autonomía, por su capacidad autolegisladora, son portadoras de dignidad, de un valor absoluto, y no son reductibles a precio, a instrumentos de cualquier fin, por muy legítimo que sea, las decisiones políticas se sitúan ante uno de los límites morales más agudos" (Bonete Perales, Enrique. La política desde la ética. Tomo I. Pag.29. Ediciones Proyecto@. Barcelona. 1998)

Pero no obstante del carácter incontrovertible de la anterior aseveración, en la tradición del pensamiento político occidental han existido quienes desde una óptica opuesta han sostenido la firme convicción de la necesidad y conveniencia de una separación tajante entre la esfera de lo político y la de lo ético-moral; eximiendo a la primera en su pragmática e intrincada dinámica, de todo límite o restricciones de carácter moral que en un momento dado pueden entorpecer o dar al traste con los más caros proyectos o elevadas razones de Estado.

Entre los más connotados y fieles exponentes de esta concepción, encontramos al secretario florentino Nicolás maquiavelo, quien, según la tesis del filósofo italiano Benedetto Croce, "es quien descubre la necesidad y la autonomía de la política, la cual está más allá del bien y del mal moral, tiene leyes ante las que resulta inútil revelarse y nopuede ser exorcizada y manejada desde el mundo con agua bendita". Y mas adelante agrega: "el pensamiento de Maquiavelo encuentra inusitada vigencia entre aquellos quienes hacen un esfuerzo para clasificar el concepto de prudencia y astucia y en poco o casi nada de la virtud política, sin que para nada sea confundido con el de virtud moral, y también sin dejar por fuera la posibilidad de negar lo anterior" (Croce Benedetto, Politics and Moral. Pag.59-64. Philosophical Library. New York, 1945)

Hacer viable una actividad sustentada bajo los derroteros de la concepción anteriormente analizada nos conduciría fácilmente a instaurar un Estado fundado, además de las relaciones de poder, en el fraude, el despotismo y la arbitrariedad con tal de garantizar su supervivencia y seguridad. La supremacía de las razones de Estado y su defensa avalarían incluso actos y conductas inmorales; plasmadas en los procedimientos más crueles y reprobables con tal de preservar el "orden" y el establecimiento institucional. Indudablemente que esto se haría extensivo a ese juego de fuerzas, propio de la actividad política, en su brega por la conquista del poder.

En este orden de ideas, nos resulta claro colegir que la experiencia de los hechos históricos nos han mostrado hasta la saciedad que todo aquello que tiene que ver con los preparativos de la guerra, ineludiblemente constituye una parte esencial de la política. En este sentido podemos decir que desde una perspectiva ética sea imposible legitimar, desde todo punto de vista, cualquier proyecto político que cuente con la guerra y el asesinato selectivo como principios básicos, así como iniciar una guerra o confrontación armada, por muy justa que esta sea, donde se apelen a medios o métodos crueles y degradantes que violen flagrantemente la dignidad humana entre combatientes y no combatientes, perdiendo así cualquier viso de legitimidad.

Teniendo en cuenta lo que se ha venido planteando, cobra gran importancia lo concerniente al hecho de que la política y la guerra deben ser sometidas al escrutinio de la ética como condición esencial para el respeto de los derechos de los actores armados enfrentados y de la población civil ajena a la guerra. 

miércoles, 3 de agosto de 2011

EL HOMBRE DE LA TIENDA “SAN BLAS"



“Entretanto soy este hombre pequeño y tímido
Incambiable, casado con la única mujer
que seduje o me sedujo a mí, incapaz, no
ya  de ser otro, sino de la misma voluntad
de  ser otro”
Juan Carlos Onetti: “La vida Breve”



Hasta hace poco creímos que todo se había diluido durante su breve estancia. Desde hace tiempo le hemos visto andar con ese paso monótono y preciso, hacer escala en la estación de buses intermunicipales, observando de un lado a otro y tratando de escabullírsele a esa congoja que acecha con morderle los talones.
Muchas veces hemos pensado que esa pose un tanto estrafalaria al momento de ordenar nerviosamente la carpeta bajo el brazo, ha sido el insoslayable introito que le da forma a esa soledad que ha terminado por suprimirle cualquier ambición.

Sólo ayer, cuando regresé de la biblioteca, me lo contó Maritza. Anduvo un poco extraviado; ajustando torpemente la montura de los lentes para verificar la borrosa nomenclatura sin lograr la exactitud de la concordancia.
Supimos que logró conseguirlo gracias a que uno de los vecinos adivinó los pormenores de la silueta de aquella mujer que usted tantas veces le esbozó. Por eso ahora le hemos visto mas sosegado, acomodado en la mesita que roza el orinal de aquella tienda; observando insistentemente el portón de aquél zaguán y acariciando con el dorso de la mano la etiqueta de la cerveza de turno.

Antes de todo esto, cuando apenas empezaba a interesarse por la dirección de aquella muchacha, lo imaginábamos sobre el filo de esos mediodías lluviosos; arrimado sobre el alero de cualquier esquina con la carpeta bajo el brazo y sin perder de vista el paso de aquél arroyo reventándose contra los muros de la glorieta. Así todo pasaría sin mayores contratiempos; analizando la extraña holgazanería de esas horas mientras los jóvenes de la calle empezaban a colocar los improvisados puentes con tablones viejos.
Sería un acto de fé para consigo mismo; sintiendo la perfecta armonía de aquella soledad enquistándose en la paz bucólica que ofrecía la pertinaz llovizna.

Pero ahora todo aquello es cosa del pasado. Sólo de vez en cuando repite el legendario trayecto para ir a acodarse sobre el mostrador desde donde puede divisarla mejor cuando descienda del bus. Usted no lo ha notado, pero los otros clientes ya sospechan su desesperado afán por hacer avanzar las manecillas del reloj que está entre los afiches de la pared.

Esta mañana, mientras me embadurnaba las mejillas de espumosa crema de afeitar, estuve pensando en la perspicacia de Maritza. Intuí que había dado en el clavo cuando me dijo que lo más seguro era que ya se había aburrido de ir al bar donde trabajaba; de las mismas charlas, los mismos gestos, y de verla interrumpirse frecuentemente cuando el timbre le anunciaba los pedidos de los clientes de las otras mesas que casi siempre tamborileaban sobre la madera grasienta hasta que la tenue fosforescencia de la madrugada los despertaba de ese entorno de realidad-irrealidad Ahora ya no quería pensar en el callado llanto en su cara filuda y ojerosa que dejaba entrever los apuros de fin de mes y la impostergable puntualidad de la mensualidad del hijo de una población  lejana. Creo que usted también quería olvidarse del rencor que le producía la negativa de la mujer a una existencia más decorosa en algún apartamento en el norte de la ciudad. Pero ahora sólo deseaba observarla desde otro plano, sin perderse el instante en que aquél portón se cerraba a sus espaldas antes de hacer el trayecto hasta la caseta donde tomaba el bus.

Sin lugar a dudas que todo se confabulaba para aumentar la incertidumbre de aquél interrogante que tan inmisericordemente lo aguijoneaba; pensando en la férrea resignación de aquella mujer para encarar toda su tragedia y la fortaleza espiritual para no caer al lodo de las rondas nocturnas en busca de clientes en las avenidas más transitadas. “Está sola”, pensó entonces, un poco mas sosegado; descartando la tormentosa posibilidad de algún otro hombre moldeándole todas sus miserias y desamparos.
Algunas veces, sentados en la terraza, imaginamos su odio al pensar en aquel recuerdo que tanto la atormentaba cada vez que su pensamiento la transportaba a las imágenes redivivas de una niñez descarriada y dura; vagando entre algodonales resecos y columpiándose en los porches de esas casas habitadas por la maleza y el olvido; sintiendo todavía el peso de aquella avalancha nudosa sometiéndola mas allá del dolor y las entrañas. Ese es el inmancable recuerdo que siempre la persigue y sólo se desvanece al verse envuelta entre los jirones de lonas que colgaban de aquellos alambres de púas invadidos por el oxido, en su profiláctico papel de atemperar el llanto y el dolor.

Si no nos falla la memoria, se nos vino a la mente que seguramente ella le contó sobre los esfuerzos de la familia para que tuviera prontamente ayuda profesional a través de un eminente psicólogo llegado desde la capital y su posterior envío a donde los familiares de una ciudad intermedia pensando en la posibilidad de mitigar el impacto de los escalofriantes recuerdos en el desarrollo de su conducta y en su relación con los demás.
Lo mas probable, es que usted también supo, que en esos meses, ella nunca había recibido tantos mimos y atenciones en aquella casa de dos pisos en el centro de la  pequeña ciudad; sentada solemnemente en el balcón viendo pasar la vida sin mayores sobresaltos y recibiendo a ratos la visita de una mujer joven que le susurraba al oído algunas palabras para que supiera que en el futuro seguiría siendo una mujer bien.

Seguro que ya le contó con esa timidez descomunal que algunas veces piensa en esa mujer joven, su prima, Katty, la misma que durante ese tiempo se encargaba de encerar el embaldosado del balcón y cuidar que nunca faltaran las revistas de historietas y el paquetico de bombones de fresa, así como en los juegos de aquellos niños deslizándose sobre sus patines con el mismo equilibrio de un artista de circo.

Y así partía hacia su cuarto de pensión, recriminándose esa malsana propensión al goce doloroso con su soledad; imaginando a esa hora el hastío de aquella mujer dejando entrever una mueca de fastidio cuando sentía la bofetada de aquel bolero con su estridencia dolorosa y monótona que no cejaba en sus reproches a la vida.
Ese fue el punto de nuestro acuerdo, la sospecha de nada en que pensar, de ningún punto de apoyo; y de los prolongados insomnios en aquel camastro de lados simétricos y bien delineados que siempre le había acogido con sobrada displicencia, transportándolo a la amarga escena de una juventud marchita y desperdiciada que fue la eclosión que reavivó un semblante de dolor en aquel rostro que parecía exento de todo signo de vitalidad. Logramos intuir que a medida que se fugaban las horas, aquella sucesión de recuerdos lograban inmortalizarlo en medio del rigor apesadumbrado que habían adquirido las cosas en aquella habitación.
Alguna vez  nos contaron que, en esos duros momentos, usted añoraba con todas sus fuerzas aquellos primeros años de su niñez en la modesta hacienda paterna a escasos kilómetros de algunas lagunas y del recodo de aquél rio caudaloso y turbulento que rehusó seguir su viejo cauce. Sabemos que de vez en cuando deja escapar una sonrisa cuando recuerda los relatos que cuando, siendo aun un niño, escuchaba de aquellos hombres fuertes y rudos que venían del otro lado del rio para la recolección del maíz que había sembrado su padre.
Recordará no sin cierta nostalgia, en aquellos atardeceres de brisas fugitivas y su memoria dejará aflorar aquella escena digna de un cuadro de lujo; dejando al descubierto ante los ojos de los demás, la torva caravana de mulas cargadas de sacos listas para empacar en el vagón de aquél viejo tractor que siempre se alejaba de la carretera asfaltada para tomar el estrecho desfiladero de arcillas donde usted se bamboleaba de un lado a otro escuchando el canto matinal de los azulejos.
Algo podemos afirmar, claro está, sin que sea motejado como los efluvios de una imaginación enfermiza, o el punto crítico de un estado de hipersensibilidad; pero a lo lejos usted debió parecer uno de aquellos prisioneros que eran conducidos a los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Lo único que faltaba a su fatídico vagón, era la nutrida escolta de sidecares con los oficiales de las SS custodiando el tránsito hacia la muerte. Pero recuperado el equilibrio y con el piernitas todavía entumecidas, seguro que logró avizorar que todo no fue mas que una ilusión óptica.  

Dejamos de verlo durante algunos días. A medida que los colegios daban por terminado el año escolar, tardaba menos en salir de la biblioteca y me quedaba tiempo para salir con Maritza todas las tardes. Íbamos de un centro comercial a otro o nos metíamos en cualquier heladería a ver pasar el tiempo desfilando entre las gentes. “Apuesto a que se aburrió del todo y se fue”, me dijo con los ojos fijos en el vaso de refresco. “Puede ser”, dije sin dejar de observar al malabarista que hacía piruetas a un lado del regulador del tránsito que impartía ordenes a las filas de autos.

Cuando llegaron las primeras brisas, el sol mostró una transparencia diáfana y las gentes postergaron el odio y la tristeza. Fue entonces cuando le vimos llegar a la tienda con aquel sombrero de paño y una chompa ajustada hasta los puños.
“la va a matar”, dijimos casi al unísono. Pero qué va! Había regresado para entronizar la eterna postal de una mesita abordada por un hombre que suspendía una botella sobre sus labios mientras la mirada escrutadora lamía insistentemente aquél portón.

Manuel Donado Solano.



martes, 26 de julio de 2011

DETRÁS DEL CERCO (relato)

"El que siembra en tierra ajena, hasta la semilla pierde"
Dicho popular.


Es muy poco lo que usted tiene que hacer. De veras! No es sino desperezarse a esa hora de la madrugada en que la claridad un tanto azulada y otro tanto plomiza permite a los objetos mostrar sus verdaderas dimensiones.A esa hora, un gato es un gato y no un promontorio de minucias apiladas sobre el borde de un andén.

Ahora, si por cualquier motivo prefirió ir a bostezar bajo el umbral que da sobre la carretera asfaltada y ha levantado la vista sobre aquellos cañahuates que siempre esperan puntuales los últimos meses del año para teñir de un amarillo reluciente su frondosidad, es muy probable que en poco mas de un instante quede embelesado al comprobar que su mirada se ha posado sobre el fulgor rojizo que envuelve las crestas de una serranía remota y de picos azulados. Y hasta pensará que es el único en espiar aquel momento en el el cual el sol hiere aquellas crestas invictas y solitarias.
Pero tampoco es el ladrido de los perros cuando ven pasar los primeros parceleros sobre sus burros, todavía somnolientos, hurgando mecánicamente los garabatos y gritando :"Arre burro". Ni el canto desmedido y un poco revanchista de los primeros gallos que atisban la llegada de la aurora a través de sus crestas avizoras y sanguinolentas.

Nada de eso! El momento álgido y puro que le hace desechar toda esa covacha de pensamientos remolones, lo siente llegar a veces de manera estrepitosa, mezclado en medio los ronquidos del tractor que a esa hora llega a buscar hombres y niños prestos a recolectar algodón.
Muchas veces usted espera echado sobre el taburete; observando a su mujer arreglarse los cabellos en un moño mientras sopla con una lámina de cartón los trozos de laña que arden debajo de la olla donde empieza a burbujear el café. Sí, ni siquiera ha alcanzado a mojarse los labios cuando escucha los pitos de la vocina anunciando la salida.

-Toma, espera a que se asiente. Dirá ella con voz muy cariñosa mientras le alarga la totumita todavía humeante.
    
-No mija, me dejan. No conoces a ese puñetero jefe de cuadrilla.

Así es como siempre ha funcionado la cosa desde hace muchos años; cuando Maguey era un apacible caserío rodeado por extensas ciénagas y besado por el recodo de un rió descarriado y turbulento que rehusó seguir su viejo cauce. A medida que se fugaban los años, fue tornándose decrépito y moribundo; y las ciénagas terminaron solidificando su sedimentación, convirtiéndose en tierras ricas y promisorias en toda su extensión; mostrando su inocultable altanería cuando llega el verano, pero lozanas y coquetas al presentir los chirridos del rastrillo hurgando sus entrañas.

Fue en otros tiempos cuando perdieron su virginidad; extendieron grandes cercados con alambres de púas y construyeron sobre un gran promontorio la empinada casa de adobes con su terraza de madera. A un costado, del otro lado de la gigantesca bodega de almacenamiento, la infinita sementera que con el tiempo, año tras año, ha dado cabida al simétrico sembrado de algodones.
Y ahora, lejos de toda reminiscencia, no tiene mas remedio que dejarse llevar por este vagón que ha resuelto alejarse de la carretera asfaltada para tomar el estrecho desfiladero de arcillas donde usted se bambolea de un lado a otro escuchando el canto matinal de los azulejos.
Sólo observa a lo lejos, con el rostro medio abotagado, las densas nubes de polvo que se han ido levantando ante el mero rugido de la maquina para desaparecer al final de cada recodo. Algo puede afirmarse, claro está, sin que sea motejado como los efluvios de una imaginación enfermiza, o el punto crítico de un estado de hipersensibilidad: pero desde lejos, usted puede ser observado como un prisionero mas que es conducido a uno de esos casos de exterminio que existieron durante la Segunda Guerra Mundial. Lo único que le faltaría a su fatídico vagón, sería la nutrida escolta de sidecares custodiando el tránsito hacia la muerte. 
Pero no es eso lo que usted espera. Recuperado el equilibrio y un poco entumecido el cuerpo, podrá observar con mas sosiego que no existe ningún oficial de las SS a la vista; pues todo fue una mera ilusión óptica. Hasta se alegrará un poco al comprobar, por los ronquidos que emite la máquina, que en adelante comenzarán a ascender la pendiente de piedras chinas y cantos rodados sin tener que privarse de la agradable sensación de sentirlos rebotar debajo de los neumáticos. "Una legua más y llegamos", pensará en ese instante.

Ahora podrá cruzar un saludo con los otros recolectores que han venido del otro lado del rió con la esperanza de destripar el mayor numero de matas hasta la hora en que asome el crepúsculo. Recordará con impecable lucidez la historia de aquellos buenos años, cuando niño aún, ayudaba a su padre a alzarse con un botín de ciento cincuenta kilos diarios y una propina como campeón entre los recolectores.
Pensará no sin cierta nostalgia, en aquellos atardeceres de brisas fugitivas y su memoria dejará aflorar aquella escena digna de un cuadro de lujo; dejando al descubierto ante los ojos de los demás, la torva caravana de mulas cargadas de lonas, ascendiendo desde el aquel bajo a través de una suave pendiente bordeada de pastos y barrancos de viejas ceibas que sucumbieron al adelanto de los nuevos tiempos.
Sólo tú y tu padre esperaban sentados en la pequeña terraza a las bestias que traían lo que habían logrado recoger durante la buena mañana. Recuerdas aquel momento en que el capataz peludo y sanguíneo llamaba a tu padre para que colocará las lonas sobre la báscula. Ahí experimentabas ese júbilo incomprendido cuando aquel viejo de ademanes torpes y odiosos gritaba; "ciento cincuenta kilos", y retiraba las contrapesas mientras tu padre te decía en tono jadeante debido al cansancio: "hoy salvamos las comidas y los cigarrillos, hijito".

"Ah sí!", suspirará ahora, "aquellos buenos tiempos". Pero ahora todo ha cambiado", pensará con un poco de desazón e incertidumbre mientras trata de agarrarse de un listón del vagón porque el tractor ha tropezado contra un barranco. De nuevo pensará que el trayecto es interminable o que el tractorista decidió avanzar mas despacio porque notó que salió mas temprano que los otros días; entonces su impaciencia se verá acrecentada al observar que todavía no han cruzado el puente de la cañada. Pero eso no importa. No es sino decir: "¿quién me da un cigarrillo?", y al instante tendrá una mano ofreciéndole la cajetilla, y otra mano iluminándole el rostro con la cerilla encendida. Son gentes buenas, inmunes a los obscuros  síntomas que surgen a borbotones en tiempos tan apocalípticos. Cuando usted decida involucrarse en sus interminables conversaciones, escuchará historias muy interesantes que siempre suceden en otros pueblos de la rivera.

Escuchará historias sobre bogas borrachos y pendencieros que casi siempre se pelean por mujerzuelas que merodean los bares de la albarrada. Pero tiene que aguzar muy bien el oído y el espíritu , pues casi siempre hablan de encantos que se aparecen por las noches, metamorfoseados en hermosas mujeres de cabellos de oro, navegando sobre barcas y silbando notas melifluas para atraer y desaparecer en las profundidades a los pescadores incautos.
Todo esto le alegrará un poco, hasta reirá solo sin tener que pensar que está perdiendo la razón ni nada por el estilo. Sólo que ha quedado deslumbrado bajo el peso hipnotizador de aquellas palabras, observando con cierto desdén como se desvanecen las espirales de humo de su cigarro.
Ni siquiera se ha fijado que la poderosa puerta de barrotes de hierro ha empezado a abrirse para darle paso al tractor con su vagón y mostrarle mas allá del pequeño llano, un enorme caney que sirve de posada a otros jornaleros que hormiguean alrededor de unos silos que amenazan con besar a un cielo limpio y diáfano.

Ahora, como en años anteriores, usted ha descendido del vagón para quedar frente a un capataz mucho más viejo que se dispone a registrar su nombre en la planilla de recolectores y entregarle algunas lonas para verlo morir un poco dentro de aquella blancura que siempre empieza por adormecerle la yema de los dedos y encorvarle el espinazo.
 Este relato pertenece al libro inédito "En torno a una rara espera"
 

viernes, 22 de julio de 2011

NAUFRAGIO (texto Breve)

Al vaivén de la horrible tormenta y el oleaje bravío, el capitán ordena detener las máquinas y alistar los salvavidas. La tripulación corre de un lado a otro al compás de las ordenes  y una que otra plegaria para que evite lo que ya parece inevitable.

Nunca pasó por sus mentes que ese mar de rara mansedumbre y al que ya empezaban a amar, les hiciera esta mala jugada.
Ahora, el otrora zorro marino, aferrado al timón de mando y presa de extrañas alucinaciones, hace caso omiso de los desesperados llamados de los suyos para que ponga su vida a salvo. Solicita al maquinista  papel y lápiz y estampa este poema:

"Ímpetu borrascoso de infinitud maldita.
Gime la frágil barcaza en las fauces de crestas perversas.
¡Oh mar, tú que tan bien escondes tus diabólicos arrebatos, rumias ignotas penas y alguna descomunal neurosis coralina.
Muere en ti el loco sueño y la alegría viendo tantos náufragos a la deriva.

Oh mar!, desengaño de poetas en su simulación. Ya no tendrás cantores.
Sólo los deudos te miran de reojo y huyen.

Manuel Donado Solano

jueves, 21 de julio de 2011

DIFICULTADES Y VICISITUDES DEL (DIH) EN MEDIO DEL PELIGROSO CAMPO MINADO Y LAS EMBOSCADAS PROPIAS DE LA RACIONALIDAD ESTRATÉGICA E INSTRUMENTAL DE LOS ACTORES DEL CONFLICTO INTERNO

Ante el actual escalonamiento de acciones violentas a que recurren constantemente y sistematicamente los actores involucrados en el conflicto armado interno que desde hace varias décadas padece nuestro martirizado país, se erige como un imperativo de obligado cumplimiento, el respeto y la aplicación efectiva de los mandatos y normas de carácter humanitario, contemplados organicamente en el Derecho Internacional Humanitario(DIH), como un referente ético y jurídico que debe acatarse sin reservas ni a la espera de contraprestación alguna por el enemigo.
En este sentido, para tener na mayor claridad, se hace necesario que entremos a definir al DIH como ese conjunto de normas consuetudinarias y convencionales que, con el fin de solucionar los problemas humanitarios generados por las hostilidades, se aplican a los conflictos internacionales e internos. Tales normas limitan los métodos y medios de guerra utilizados por las partes contendientes y otorgan protección a las personas y los bienes que esos conflictos afectan o pueden afectar.
De acuerdo con lo anterior, el objetivo que se propone el (DIH) no es proscribir el uso de la fuerza armada en las confrontaciones, sino mitigar los sufrimientos ocasionados por la guerra y hacerla menos inhumana.

En este aspecto podríamos puntualizar que el DIH recogiendo los usos y costumbres de la guerra desde tiempos inmemoriales, fue positivizado en varios tratados internacionales que, por una parte, limitan los métodos y medios para hacer la guerra, que es lo que se conoce como Derecho de la Haya. Por otra, establece el deber de respetar el  principio de distinción entre los que toman las armas y los que se mantienen al margen, esto es, lo que se conoce como Derecho de Ginebra.
El Derecho de la Haya regula la conducción de las hostilidades y fija limites a los combatientes para lo cual se apoya en los catorce convenios que contemplan el uso de las armas convencionales, químicas, bacteriológicas, nucleares así como la protección de las bienes culturales.
El Derecho de ginebra prescribe a los combatientes las conductas que deben adoptar para hacer efectiva la protección otorgada a las personas y los bienes identificados en los cuatro convenios y el protocolo sobre los conflictos armados internacionales y el protocolo sobre los conflictos armados internos.

En lo que tiene que ver con la situación del conflicto armado en nuestro país, cobran especial importancia, las disposiciones del articulo 3º común a los cuatro convenios de Ginebra, relativo a la protección de las victimas de los conflictos armados internos, entre quienes se encuentran: los integrantes de la población civil, los miembros del personal sanitario y religioso de las fuerzas armadas; los contendientes que hayan depuesto las armas y quienes hayan quedado fuera de combate por cualquier causa.
Es importante no pasar por alto que el articulo 3 arriba mencionado, prohíbe acciones como el atentado contra la vida y la integridad corporal (las mutilaciones, los tratos crueles, la tortura), la toma de rehenes, los atentados contra la dignidad personal (tratos humillantes y degradantes) así como las condenas ilegales y las ejecuciones arbitrarias.

Entonces, resulta evidente que el Derecho entre a regular la guerra. Ahora, aquí luchan dos realidades: "la del "ser" de la violencia que es la guerra, y la del "deber ser" de lo normativo, que es el Derecho. En otros términos, en el plano jurídico de la guerra luchan dos principios; el de la necesidad de dañar al enemigo y el de los limites de esta violencia, para evitar daños inútiles" (Fernández Flórez José Luis, Del Derecho de la guerra. Pag, 47 Ediciones Ejercito. Madrid)

Ante la espiral de violencia y barbarie desatada por los actores del conflicto político armado interno, podemos observar que "como reacción a los graves efectos producidos por la violencia, ha surgido un saludable interés por el Derecho Internacional Humanitario; hecho que resulta bien importante en la medida que obliga a reforzar las exigencias de cumplimiento de sus preceptos y posibilita relacionar su tratamiento con la búsqueda de la paz por la vía del entendimiento político" (Villarraga Alvaro; A proposito de los acuerdos humanitarios: compromisos minimos a considerar", en  Gonzalez Posso Camilo compilador; Frente al horror, acuerdos humanitarios, Pag 43. Redepaz)

En todo este proceso no hay que pasar por alto el hecho de que en la búsqueda de una real y efectiva aplicación de la regulación humanitaria de la guerra como una aspiración consuetudinaria de la humanidad para hacer prevalecer el respeto de la dignidad humana de los actores involucrados en el conflicto político armado interno así como de los civiles ajenos a la confrontación armada, esta se halla sitiada por toda clase de vicisitudes y dificultades debido al predominio de una racionalidad instrumental-pragmática que impide conciliar los intereses  estratégicos de los bandos en conflicto con las necesidades y los imperativos humanitarios.

Otro aspecto de peculiar relevancia a tener en cuenta por su incidencia problémica en la aplicación del DIH con el fin de evitar el actual estado de degradación y los actos de sevicia a los que se recurre sistematicamente como medios expeditos en la conducción de las hostilidades, lo constituye sin lugar a dudas el precedente histórico que ha marcado entre los actores del conflicto armado, la mutua satanización que ha dado lugar a un rico y amplio historial de agresiones y vejámenes entre los bandos y de estos contra la población civil ajena al conflicto armado interno.
Desde todo punto de vista, es innegable que en todo esto han contribuido los principios políticos e ideológicos que guían o sustentan la praxis de los actores de la guerra. Es así como para el Estado, "esas dificultades consisten, fundamentalmente, en obstáculos de percepción, porque arribar a un acuerdo humanitario con los grupos irregulares, especialmente con la guerrilla, demanda un cambio de perspectiva, de mentalidad que exige darle al adversario un tratamiento distinto del que se le da a un criminal. Implica aceptar de alguna manera su legitimidad como interlocutor, de reconocerle explicita o implícitamente al contendiente un estatus del que pueden derivar ventajas políticas" (De Roux Carlos Vicente; "Los Derechos humanos, el Derecho Internacional Humanitario y la paz en Colombia hoy", en Gonzalez P Camilo. Op. Cit. Pag. 146-47)

Ahora bien, las reservas y resquemores que por tantos años asaltaron a los diferentes gobiernos de turno y a sus respectivas cúpulas militares al momento de reconocer un estatus político que legitimara como fuerzas beligerantes a quienes consideraban como sus tradicionales y encarnizados enemigos, dejaba a estos últimos por fuera de todo trato de acuerdo a las normas humanitarias y las relativas a la conducción de las hostilidades. Pero lo que adquiere gran trascendencia es que "sólo a partir de los convenios de Ginebra de 1949 -que reglamenta desde el Derecho Internacional los conflictos domésticos-  se introdujo un cambio fundamental en esta figura al estipular que la aplicación del Derecho de Ginebra en modo alguno afecta el estatus jurídico de las partes en conflicto. Esta modificación revolucionaria introducida en 1949 condujo a que la figura de la beligerancia cayera en desuso"  (IEPRI;CIRC; UN: Conflicto armado y Derecho humanitario Pag. 115. T:M Editores
Lo anterior, teniendo en cuenta que el compromiso o adherencia del Estado al protocolo II adicional a los convenios de Ginebra para humanizar los conflictos de carácter domestico, "es valido no solamente para el gobierno sino para los particulares que se encuentren en el territorio nacional, incluidos los rebeldes e insurrectos, que están sujetos de este modo a ciertas obligaciones" (Ibidem, Pag. 114)

Ahora bien, en nuestro país, los obstáculos que han impedido el acatamiento por parte de los actores del conflicto armado interno del DIH, desde las perspectivas de los grupos guerrilleros, sus militantes, continúa De Roux,  "tienden a hacer una lectura mesiánica de sí mismos, como encarnación de las ansias más justas e inaplazables del pueblo; a caer en el guerreramente, en la exaltación de la acción audaz y agresiva, a hacerse insensible a los padecimientos sufridos por las personas atrapadas en el conflicto porque serían el precio de la implantación de los paraísos sociales futuros"  Y finaliza con este incontrovertible diagnostico:  "al combatiente guerrillero  -como al militar, dicho sea de paso-  difícilmente le cabe en la cabeza la idea de que pueda ser sometido a controles o castigos en relación con acciones emprendidas para servir a la causa, así tengan por consecuencias muertes y mutilaciones que hubieran podido evitarse, o produzcan otros padecimientos inocuos e injustificados" (De Roux Op. Cit. Pag. 154)

Como ya lo hemos anotado, en nuestro país, si bien es cierto que la humanización de la guerra cuenta con grandes escollos como producto, algunas veces, de la primacía de una marcada racionalidad estratégico-pragmática en los grupos insurgentes enfrentados al establecimiento institucional, no podemos desconocer la incidencia que tiene la adopción de parte de algunos gobiernos, de políticas guerreristas por mandato expreso de una potencia extranjera con fuertes intereses económicos y geopoliticos en nuestro país.  



sábado, 25 de junio de 2011

EULALIA (Texto breve)

Muchas veces, mediante artificios, he querido llegar a las cosas que amo. No ha sido, ni es mi estilo, pero la adversidad es quien impone las reglas del juego.
Todos en la cuadra saben que amo a Eulalia de manera especial; que sobrellevo con apacible cariño su sordera y que venero esos momentos en que es presa de la histeria. Tampoco miento si digo que su peculiar locura me reconforta y fue lo que obligó a pedir su mano.
Ojalá todos pudieran observar la tenue dulzura que se apodera de ella durante las crisis. Indudablemente que ella ha sido la brida a ese diablo que llevo por dentro. Pero a quienes si temo es a los cuerdos. Nunca he podido soportar el temor que infunde la neurosis de ese profesor que cree hacer respetar la clase; ni el riguroso veto de los mayores a las cándidas travesuras de los niños. Todo eso lo padecí hasta el suplicio y por eso esquivo a mis congéneres.

En cambio en Eulalia festejo con gran alborozo que nunca he visto un viso de hipocresía en sus hermosos ojos negros y esa insondable tristeza que esconde tras sus pupilas.
Innegablemente que todo eso es un signo inequívoco de calor humano. Es por eso que Eulalia ha llegado a copar tanto mi existencia, que durante un buen tiempo he vivido a su lado en las clínicas. Por ratos hemos domesticado la locura y ella sin contratiempos ha aceptado mi lucidez.

Ahora, cuando asoma un Diciembre esplendoroso, espero viajar a la capital para unirme a ella en el Hospital Mental. Ojalá haya superado la que parecía la peor de sus crisis, y así poderla sacar a pasear para que sienta ese dejo de nostalgia y alegría de una brisa socarrona y loca.

Este texto hace pertenece al libro "De Los Naufragios del Alma y Otros Infortunios"

martes, 21 de junio de 2011

EL ENFOQUE GENEALÓGICO: UNA PERSPECTIVA DESDE LO INADVERTIDO Y EL CAOS.

"El historiador no debe temer a las mezquindades,
  pues fue de mezquindad en mezquindad, de peque-
  ñez en pequeñez, que finalmente se formaron las  
  grandes cosas"
Michel Foucault; La verdad y las formas jurídicas.


Este modesto trabajo se traza como norte, reflexionar muy someramente acerca de lo que en la obra de Michel Foucault corresponde al denominado enfoque genealógico, y mas concretamente a la importancia capital que éste adquiere en función del análisis histórico; derivándose aquí una relación a la que denominaría como umbilical entre genealogía e historia.
Para esto, dividiré el trabajo temáticamente en dos puntos, a saber:
a) La genealogía: Una visión desde la procedencia. 
b) El enfoque genealógico en el sentido histórico o la historia efectiva. 


I. La Genealogía: Una génesis de la procedencia.
En el primer texto de la "Micro física del poder", conocido con el título de "Nietzsche, la genealogía y la historia", donde a la luz del pensamiento nietzscheano, Foucault despliega su análisis teórico sobre los rasgos esenciales que identifican o caracterizan a la genealogía, cobra gran relevancia y significación los agudos planteamientos del filósofo francés sobre la tarea que concierne a la genealogía, en el sentido de que "ella debe percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona; encontrándolos allí donde menos se espera y en aquello que pasa por desapercibido por no tener nada de historia; captar su retorno, pero en absoluto para trazar la curva lenta de una evolución, sino para encontrar las diferentes escenas en las que han jugado diferentes papeles" (Michel Foucault; Nietzsche, la genealogía y la historia. Pag. 7. Editorial La Piqueta)

Si nos atenemos como referencia obligada a la cita textual arriba esbozada, indudablemente que nos iremos adentrarnos en un enfoque que ve en el devenir histórico un "proceso" caótico, informe, sujeto a las cambiantes relaciones de fuerzas ciegas que de ninguna manera obedecen a supuestos fines racionales o teleológicos; o vistos como metas en las que se han de consumar los hechos, obedeciendo a un orden lineal.
Ahora bien, nada mas ajeno a todo esto, que el enfoque genealógico; y adquiere esa característica por constituirse en la antítesis de esa visión trascendental de la historia donde aquellos hechos o sucesos rotulados como "nimios", dispersos y de poca monta al momento de explicar o dar sentido a importantes episodios o procesos en el enfoque histórico tradicional, son dejados de lado u omitidos por no encuadrarse en la continuidad o el grado de evolución  que la concepción teleológica ve en ellos su camino hacia un estadio de la civilización ya prescrito por la sacro santa razón.  

Es de gran importancia para el cometido de una cabal comprensión del pensamiento de Foucault sobre este tópico, traer a colación su aseveración en el sentido de que "la genealogía no se opone a la historia como la visión altiva y profunda del filósofo, no se opone a la mirada de topo del sabio; se opone por el contrario, al desplazamiento metahistórico de las significaciones ideales y de las indefinidas teleológicas, se opone a la búsqueda del origen. (Foucault. Pag. 8 Op. Cit).

Lo antes mencionado, nos da una idea clara de cuales son los contradictores con los que ha de vérselas en éste complejo escenario, en el cual, la genealogía desmitificará la falsa creencia de la existencia de un fundamento originario donde hallaríamos la génesis primigenia del pensamiento occidental y todo su sentido que ha obedecido a los intereses que en un determinado momento prevalezcan, pero que quieren envolverlos en el ropaje de una idea superior.

Entonces, ¿a que queremos llegar al ser tan reiterativos en lo que atañe a la característica fundamental que en el campo histórico presenta el enfoque genealógico?
A que analicemos con meridiana claridad que al quedar excluida la concepción histórica tradicional de la finalidad teolológica, derivada de una razón trascendente enmarcada también en la relación causa-efecto, lo que entonces salta a la vista de manera luminosa y sólida, es aquella concepción que cifrará en la historia, no ya una relación de sentido sino de fuerza, de luchas encarnizadas; de ascensos, de giros bruscos y súbitos.
En este sentido, sería más que pertinente traer a colación, para una mayor claridad acerca del enfoque de Foucault sobre este tópico, lo que dice el profesor Jean Paúl Margot en su excelso trabajo, "Genealogía y poder", que hace parte de la compilación: "Nietzsche, 150 años": "El enfoque genealógico es, pues, ante todo una forma de historia entendida ya no como relación de sentido sino como relación de poder, una historia donde las fuerzas que están en juego aparecen sobre el horizonte siempre aleatorio y singular del acontecimiento" (Jean Paúl Margot, "Genealogía y Poder" Pag. 216-217, en "Nietzsche 150 años. Compilación. Univalle).

A estas alturas, en este modesto trabajo, creo, ha llegado el momento de hacernos el siguiente interrogante: ¿En qué fuentes bebió realmente Foucault antes de echar a andar en el campo de la historia su enfoque genealógico?
Para una respuesta más certera, me apoyaré textualmente en lo que dice el profesor Luis Antonio Restrepo en el texto: Michel Foucault y la historia", inserto en el libro "Pensar la historia", del mismo autor. Pero veamos lo que dice: "él, (Foucault), no hace historia tradicional, pero tampoco pretende haber sacado de la nada su concepción, fue precedido por pensadores que cuestionaron la historia tradicional: Nietzsche, Marx, Bachelard, Canguilhem. Hace referencia a la historia tal como lo hace F. Braudel, remitiendo así a la escuela de Anales, fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch" (Luis Antonio Restrepo; Pensar la historia". Pag. 179. Editorial Percepción. Medellin)
Pero más adelante, el mismo autor llega aún más lejos al anotar: "Sin duda, la tesis de Foucault no es fácil de asimilar por aquellos que siguen prisioneros de una forma de pensar la historia desde la perspectiva de la evolución, la linealidad y la conciencia. Marx y Nietzsche. Cada uno por su propio camino cuestionaron irreversiblemente la soberanía de la conciencia (la subjetividad constituyente) en el ámbito de la historia. Para Foucault, fue Nietzsche el que se atrevió a llegar más lejos en este cuestionario" (Ibidem, pag. 182).

Es así como podemos ver según Foucault, que fue la genealogía nietzscheana la que removió, hurgó y puso de manifiesto, develando en las pequeñas cosas que otros no habían advertido, facetas desconocidas o historias ocultas que sustentan la irrupción o emergencia de fenómenos o episodios significativos en la historia.
Ahora, ¿por qué Foucault no podía estar de acuerdo con el enfoque que sobre la historia tenía Marx?
Si bien es cierto que Marx concebía la lucha de clases, la oposición de los contrarios; lo mismo que el papel de la fuerza y la violencia en los cambios durante el proceso histórico, éste asignaba un papel fundamental y casi en absoluto determinante a la base económica; de lo cual, como corolario, derivaba casi todo lo demás.
Según Foucault, aquí se estaría llevando nuevamente el enfoque histórico al punto o a la concepción metafísica. Lo mismo podríamos decir de la clasificación del devenir histórico en estadios mas o menos fijos con idénticas características de este espacio temporal y definir al socialismo y el comunismo como los estadios absolutos a los que tiende el género humano.
Acaso no da la razón a este enfoque genealógico lo que se ha patentizado con el derrumbamiento del campo socialista como es el resurgimiento de encarnizados conflictos de tinte nacionalista, étnicos y religiosos y de otros grandes segmentos de población que reivindican distintas opciones de vida buena?
O será que "el verdadero sentido histórico reconoce que vivimos, sin referencias ni coordenadas originarias, en miríadas de sucesos perdidos" (Foucault; Nietzsche, la genealogía y la historia. Pag. 21).
Aquí nunca encontraremos un origen predeterminado, ni en lo histórico unas metas o estadios fijados de antemano por esa conciencia legisladora.

II. El enfoque genealógico en "el sentido histórico" o "la historia efectiva.
En la perspectiva nietzscheana, Foucault da capital importancia a la denominada "Wirkliche historie" (historia efectiva) o el "sentido histórico", como forma de sustraerlo del punto de vista suprahistórico o matafísico. Aquí se reintroduce en el devenir histórico cotidiano, todo aquello que se consideraba inmortal en el hombre.
Esta óptica nos colocará desde un ángulo privilegiado o una perspectiva desde la cual el hombre se concebirá como el producto de una lucha constante, de fuerzas cruzadas y donde muy difícilmente podremos reconocernos como una identidad indisoluble; mostrándonos en ella un aparente origen único.
Esta misma concepción del sujeto, se hace extensiva en otro plano a los diversos sucesos y episodios dispersos y discontinuos a los que la historia tradicional con frecuencia omite o mira de soslayo por no encajar en el ciclo ordenado de los grandes fines o metas.

En una palabra, según Foucault, "la historia efectiva, por el contrario, mira mas cerca -sobre el cuerpo, el sistema nervioso, los alimentos, la digestión, las energías- revuelve en las decadencias; y si afronta las viejas épocas, es con la sospecha no rencorosa sino divertida, de un ronroneo bárbaro e inconfesable" (Foucault. Op. Cit. Pag. 21)  

Es fundamental tener en cuenta también que Foucault muestra como Nietzsche opuso a la historia tradicional la historia efectiva o sentido histórico: "El sentido histórico tiene tres usos que se oponen término a término a las tres modalidades platónicas de hacer historia. Una es el uso paródico y destructor de la realidad que se opone al tema de la historia reminiscencia o reconocimiento; el otro es el disociativo y destructor de verdad que se opone a la historia-continuidad; el tercero es el uso sacrifical y destructor de verdad que se opone a la historia-conocimiento" (Op. Cit. Pag. 25)

En Foucault encontramos en contraposición a esa concepción teleológica y tradicional, la noción de ruptura, de discontinuidad que se sustrae a la pretendida homogenización de características mas o menos fijas e inmutables y peculiares de cada época; que es a lo que él denominó una historia global, cuyas limitaciones se hacían evidentes al tratar de explicar la la simultaneidad de episodios o sucesos.
Pero dejemos que sea el propio filósofo francés quien en la introducción de su obra "La Arqueología del Saber", nos ilustre en qué consisten estos dos enfoques: "el proyecto de una historia global, es el que trata de restituir la forma de conjunto de una civilización, el principio material o espiritual de una sociedad, la significación común a todos los fenómenos de un período, la ley que cuenta de su cohesión, lo que se llama metafóricamente el "rostro de la época" (Foucault; La Arqueología del Saber". Pag. 15. Ed. SigloXXI)

Aquí encontramos esa visión metafísica por excelencia, en la cual los llamados espacios, lapsos o períodos históricos condicionan mecánicamente la totalidad de episodios y acontecimientos circunscritos a esa especificidad espacio-temporal con características propias de ese estado de evolución histórica.
A esta concepción metafísica le es totalmente ajena la idea de ruptura, discontinuidad en el sentido de singularidades dislocadoras que rompen la esquematización tradicional de causa-efecto que es prototipica de esa visión que pretende articular la historia en grandes unidades.
Ante esta limitación de la historia global, Foucault plantea la posibilidad de una historia general que atribuya la importancia y el sentido a toda esa diversidad de hechos y sucesos, desfaces, cortes abruptos y en contravía que la historia tradicional ha echado a un lado.

Pero el problema que se plantea a esta historia general que desplegaría el espacio de la dispersión, sería el de establecer la forma de relación legítimamente descrita entre lo heterogéneo de todas estas singularidades; qué sistema vertical son capaces de formar; y cual es, de unas a otras, el juego de las correlaciones y de las dominantes" (Ibidem, Pag. 16)

Ponencia presentada al profesor Jean Paúl Margot en el seminario sobre Foucault, durante la maestría en Etica y filosofía Política, mediante el convenio Univalle y Uninorte. 1997. Barranquilla