Ya nada nos inquieta el alma. Sí, seguro que es así. Nos tiene sin cuidado que despunte el crepúsculo con toda su gama de esplendor o que presenciémos el asesinato del hombre que hasta hace unos segundos nos pidió prestado el encendedor. No vale la pena desquiciarnos o gastar neuronas en hallarle explicación a hechos tan frívolos.
"La vida sigue", masculla al lado de su carreta el viejo vendedor de baratijas.
La mañana aparece cargada con los legendarios olores de los caños del mercado, mientras la putita recién llegada del ignoto paraje vuelve a calzarse la chancleta que tropezó contra el hombre que yace tendido en el andén.
Lo observa de reojo y continúa hasta la tienda para hacerse a su diaria ración de bollo de yuca y salchichón.
Manuel Donado Solano.
Este texto hace parte del libro "De los naufragios del alma y otros infortunios"
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