Por: Manuel Donado Solano
No digo que la cosa sea trágica en extremo, ni que el apocalipsis
esté tocando a nuestra puerta para darnos la buena nueva que ha-
ce tanto rato esperábamos.
No! Hasta allá aún no hemos llegado. Pero de algo si estamos se-
guros en estos parajes de trupillos resecos y de gentes magulladas
de tanto arañar en la tierra; y es que aquí la vida cada día nos re-
frenda ese consuetudinario cansancio del alma que siempre nos em-
barga a la caída del alba.
Aquí, con el nuevo día, no sabemos si el canto matinal o el apocado
trinar de los pájaros, son una queja o el lejano responso a un ánima
en pena.
Pero a pesar de todo, la vida fluye!
Igual que una vieja achacosa y temeraria, todavía le quedan bríos para
extender la mano en pos de cualquier migaja o un traje que ya nadie use.
Este texto hace parte del libro "De Los Naufragios del Alma y Otros Infortunios.
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