EL REVOLETEAR DE LA LIBÉLULA
Por: Manuel Donado Solano
Ensimismarse alrededor del revoletear de la libélula y experimentar
la fragancia de los heliotropos y el denso olor de las marismas que
nos traen las brisas a esta altura del año, atemperan un poco la desa-
zón que nos produce el perenne desconcierto y toda esta confusión.
Frente a la espurea duda, es preciso que la pobre lucidez se embo-
rrache de pasión y de esta manera pueda soportar la trémula inquie-
tud del ensimismado silencio, y así, invicta, pueda mostrar en tono
avasallador, esa radiante indiferencia con ribetes de fantasía cósmica.
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