domingo, 1 de mayo de 2011

LA NOCIÓN DEL TÉRMINO MEDIO EN LA ÉTICA ARISTOTÉLICA

ABSTRAC

La noción de término medio en la ética aristotélica, adquiere capital importancia si tenemos en cuenta que la costumbre o hábito actúa como elemento fundamental a la hora de moldear nuestro carácter. Esto, debido a que la virtud tiene que ver con pasiones y acciones, y estas debido a su naturaleza tienden a irse a los extremos, ante lo cual la virtud deriva su excelencia del hecho de no inclinarse sino mantenerse o aproximarse en sumo grado a lo que Aristóteles llamó el término medio. Aquí es pertinente aclarar que el término medio no hay que asimilarlo a la media aritmética, relativa a las cosas sino a un término medio subjetivo, relativo a nosotros.



                                                              PALABRAS CLAVES

Virtud, vicio, carácter, hábito, extremos, pasiones, Aristóteles, Gauthier, Ross, Kant, moderación, intemperancia, exceso, defecto, Platón, racional, recta razón, episteme.





ABSTRACT




The concept of average in Aristotelian ethics, acquires paramount importance if we consider that the custom or habit acts as a key element in shaping our character. This is because virtue is concerned with passions and actions, and these by their nature tend to go to extremes, to which the virtue derives its excellence from not only stay lean or close to the highest degree at Aristotle called the average. Here it is pertinent to clarify that the average should not be equated with the arithmetic mean on things but a subjective average on us.



                                                               KEY WORDS
virtue, vice, character, habit, extreme passions, Aristotle, Gauthier, Ross, Kant, temperance, intemperance, excess, defect, Plato, rational, right reason, episteme.









AUTORES: Manuel Donado Solano. Coordinador (E) I.E.T.A.P.G

Francisco Bohorquez Muñoz. Mg. Ética y Filosofía política



LA NOCIÓN DEL TÉRMINO MEDIO EN LA ÉTICA ARISTOTÉLICA



En la ética aristotélica, un aspecto de capital importancia y el cual se hace necesario destacar, es el concerniente al de la virtud moral o más concretamente al denominado término medio o justo medio. Esto, en razón a que el estagirita identifica al hombre virtuoso con aquél que mediante la mesura y un pensamiento abierto y flexible, guía su accionar en la vida cotidiana.



Sin embargo, este aspecto es uno de los más controvertidos en el pensamiento aristotélico a tal punto que comentaristas como Alasdair Maclntyre y W.D. Ross no dudan en catalogarlo como problemático y difícil.



VIRTUD Y TÉRMINO MEDIO



La noción del término medio constituye un aspecto fundamental dentro de la concepción aristotélica de la virtud ética o moral, propia de la costumbre y originada en el hábito.



Esta es definida como aquella disposición que nos hace excelentes frente a las pasiones y a las acciones al determinar sabiamente el término medio. Recordemos que la virtud no es una pasión o una facultad, sino un hábito electivo que nos dispone de cierta manera.[1]



En el brillante comentario que R.A. Gauthier hace de la Ética Nicomaquea, el dominico nos aproxima una definición de virtud que nos hace más patente su lazo indisoluble con la noción del término medio. Veamos:



La virtud tiene como dominio las acciones y pasiones, de ahí que sea a la propia acción que el agente impondrá las determinaciones que asegurarán la realización del plan. Parece entonces que es necesario traducir que la virtud es un estado habitual que dirige las decisiones y que consiste en un justo medio que tiene por norma un plan.[2]



De lo dicho hasta ahora, deducimos la relación intrínseca entre virtud y término medio.



Ahora bien, dado que la virtud tiene que ver con pasiones y acciones y éstas, debido a su naturaleza, tienden a irse a los extremos, la virtud deriva su excelencia del hecho de no inclinarse hacia ningún extremo sino mantenerse o aproximarse en sumo grado a lo que Aristóteles llamó el término medio.



Para el estagirita,  el término medio, no hay que asimilarlo a la media aritmética, relativa a las cosas sino a un término medio subjetivo, relativo a nosotros.



A manera de ilustración, lo observamos cuando estamos tentados por pasiones como el temor, la osadía, la apetencia, la ira, el placer, etc. Frente a ellas siempre tendemos a los extremos, y ambos no son aconsejables; pero si guardamos mesura al momento de tenerlas, con respecto a lo debido, entonces aquí se evidencia el término medio y es en ello donde radica la virtud.[3]



Aristóteles presenta algunos ejemplos en los que aplica este punto de vista:



En relación con el miedo y la audacia, el término medio vendría a ser el valor; el que se excede en audacia es temerario y el que se excede en el miedo y la falta coraje, cobarde.



En relación con el dar y recibir dinero, el término medio es la liberalidad, el exceso la prodigalidad, y el defecto, la tacañería. En estos vicios el exceso y el defecto se presentan de manera contraria. El tacaño se excede en la adquisición y es parco en el desprendimiento, el pródigo se excede en gastarlo y se queda atrás en adquirirlo.[4]



El término medio se asimila a la perfección de la obra de arte como a la obra del epistemón; el buen obrero.



Decir que las bellas obras de arte no tienen nada que se les pueda quitar ni nada que se les pueda agregar, tales por ejemplo, la reacción de los auditorios a un bello discurso. (Isócrates, 264).



Y continúa Platón: el fabricante de lanzaderas trabaja con los ojos hacia lo que debe servir el objeto que hace. (Crat. 389 a).



Si las artes apuntan a la mesura para producir las obras perfectas, y si la virtud es más perfecta aún que las artes, ella debe apuntar a  la mesura.



Platón ve en la ciudad que la constitución ideal es la que tiene el justo medio entre la monarquía y la democracia (Leyes, 356).



Para Gauthier, la conjunción establecida por Aristóteles entre virtud y mesura, se inserta en la corriente más profunda de la tradición moral griega, cuyo fundamento es guardar la mesura y evitar el exceso.[5]



TÉRMINO MEDIO Y RECTA RAZÓN



Si ya tenemos claro que según Aristóteles hay que evitar el exceso y el defecto y mantenernos en el término medio, ¿qué determina que esto sea así? La recta razón, y ésta es obra de la sabiduría práctica, la phrónesis.[6]



Para Aristóteles, el alma racional se divide en aquella por la cual contemplamos los seres cuyos principios no pueden ser de otra manera (los necesarios o eternos), y aquella a través de la cual conocemos a los seres contingentes.



La primera permite el conocimiento de los objetos inmutables o sea el conocimiento de la episteme; y la segunda, se ocupa del cálculo, la deliberación, la opinión. A esta última corresponde la del sabio práctico o phrónimos.[7]



La función de la phrónesis es aseverar, formular o establecer el fin o el bien del hombre, además de descubrir los medios para alcanzarlo a través de la deliberación y de la actividad calculadora.[8]



La recta razón determina entonces al término medio.



TÉRMINO MEDIO Y CIRCUNSTANCIA



En la determinación práctica del término medio, es imposible considerar la acción en abstracto, como algo en sí misma. Es importante tener en cuenta al sujeto a quien ella incumbe y las circunstancias en que se realiza.



Debemos tener en cuenta que el término medio no es un medio absoluto sino una medida relativa a cada uno de nosotros.



Se entiende, fácilmente que si la determinación del término medio debe tomar en cuenta condiciones tan complejas, ella no puede ser el resultado de la aplicación de una fórmula, sino que exige discernimiento, un pensamiento flexible y firme, el vigor de un juicio que se ejerce por la experiencia.



Como se ve, este criterio que recoge tanto el ideal racional como la experiencia moral, no se opone a la concepción platónica pero pone el acento en las condiciones concretas de la acción humana.



Al hacer de la virtud una actitud de la voluntad que no se reduce al conocimiento, Aristóteles se opone radicalmente al intelectualismo socrático.[9]



RELACIÓN ENTRE EL TÉRMINO MEDIO Y LOS EXTREMOS



Tres son las disposiciones, dos vicios, uno por exceso y otro por defecto y una virtud, la del término medio. Todas se oponen entre sí de cierta forma; las extremas son contrarias a la intermedia y entre sí, y la intermedia es contraria a las extremas.



Los modos de ser intermedios son excesivos respecto a los deficientes y a los excesivos; el valiente parece temerario respecto al cobarde y cobarde respecto al temerario. Los extremos rechazan al medio, cada uno hacia el otro extremo.



Dado que hay una disposición mutua entre estos tres modos de ser, la oposición entre los extremos es mayor con respecto al medio pues están más lejos entre sí que del medio. En otros casos, uno de los extremos se asemeja más al medio como lo temeridad a la valentía, la prodigalidad a la liberalidad, etc.



A veces el defecto se opone más al medio (la valentía se opone más a la cobardía que a la temeridad) a veces es el exceso (la moderación se opone más a la intemperancia que a la insensibilidad).



Lo anterior porque, si uno de los extremos se asemeja más al medio, preferimos oponerle el otro. El hombre siempre tiende a los extremos.



Otra causa es que aquello a lo que estamos más inclinados por naturaleza, nos parece más contrario al medio; por ejemplo, somos atraídos más hacia los placeres y por eso nos dejamos llevar con frecuencia más al desenfreno que a la temperancia, es decir, más del exceso que de la mesura.[10]



REGLAS PRÁCTICAS PARA DETERMINAR EL TÉRMINO MEDIO



Antes de explicar aclaremos que cuando se habla de reglas no estamos hablando de criterios acabados o absolutos sin tener en cuenta las circunstancias y al sujeto en sí; recordemos que el término medio con respecto a nosotros es algo subjetivo.



El término medio no se puede establecer a priori ni de manera universal, ya que debe ser determinado por el agente moral quien reconoce cuál es la pasión dominante y hacia dónde se inclina en este tipo de situaciones; hacia dónde me inclino cuando tengo que intercambiar algo: hacia la generosidad o hacia la codicia, por ejemplo.



Alcanzar el término medio no es algo que esté exento de dificultades; no todos pueden alcanzarlo, por esto el bien es raro, laudable y hermoso. Para encontrarlo, el hombre debe apartarse de lo más opuesto pues de los extremos, el uno es más erróneo y el otro menos. Aquí debemos decidirnos por el error más cercano a la virtud. Debemos tomar en consideración aquellas cosas a las que somos más inclinados. Esto lo percibimos por el placer y el dolor que sentimos. Siempre hay que evitar lo agradable y el placer, pues no los juzgaremos con imparcialidad.



Decidir según la recta razón, conlleva a que unas veces nos inclinemos hacia el exceso y otras hacia el defecto, ya que así alcanzamos el término medio.



Finalmente, Aristóteles insiste en que es difícil determinar el término medio debido a que no es fácil especificar cómo, con quiénes, por qué motivos y por cuánto tiempo se debe actuar de tal manera, pues unas veces actuamos de una forma y otras contrariamente.[11]



COMENTARIOS CRÍTICOS A LA NOCIÓN DEL TÉRMINO MEDIO



La noción del término medio ha suscitado diversas interpretaciones críticas en algunos comentaristas.



Aquí nos ocuparemos de las que realizan W.D. Ross y Alasdair Maclntyre,

Ross en su famosa obra Aristóteles, nos presenta las siguientes:



Si bien considera que la noción de término medio es bastante apropiada en lo referente a cierta intensidad de sentimiento (exceso o defecto) o el gasto de cierta suma de dinero (media matemática) o cualquier situación análoga, con respecto a la correcta determinación del tiempo, el objeto y la manera como debe presentarse nuestra elección, ésta se problematiza al tratar Aristóteles de aplicar una noción cualitativa como la del término medio a estos elementos que de por sí, deducimos nosotros, considera cuantitativos.



Frente a esta primera crítica no nos mostramos de acuerdo ya que el tiempo, el objeto y la manera como debe presentarse nuestra elección son elementos cualitativos. Se trata de determinar, mediante la percepción, el momento adecuado, la manera y el objeto preciso, es decir, el término medio es un criterio derivado del carácter subjetivo del mismo con respecto a nosotros. Ahora, Aristóteles no habla de media matemática como dice Ross[12] sino, insistimos, de un criterio de elección.[13]



Además, a los sentimientos y pasiones no podemos aplicarle un criterio cuantitativo. Ross insinúa también que la noción de término medio es apropiada en lo referente al gasto de cierta suma de dinero pero, en el caso de la liberalidad, se sugiere un criterio: esto es lo importante, no la suma.



Y continúa el comentarista inglés su crítica planteando que no es siempre cierto que la acción virtuosa esté en el término medio, pues hay situaciones en que los sentimientos instintivos particulares deben ser completamente suprimidos o llevados al extremo. Parece un accidente muy frecuente, continúa argumentando, el hecho de que la acción virtuosa deba estar en uno de los extremos. Es decir, no se puede llegar a ésta a partir de que los sentimientos tengan tal o cual intensidad particular. Su determinación se dará siempre a partir de que esté o no sometida al sentimiento del deber.[14]



Frente a esta segunda crítica nos mostramos esta vez de acuerdo, aunque Ross no coloque un ejemplo para sustentarla.



Nosotros colocamos el siguiente: un padre de familia que, en aras de la educación de sus hijos, someta a su familia a la privación de muchas cosas, convirtiéndose en un avaro (extremo por defecto), a pesar de recibir dinero.



Una tercera objeción de Ross es que no siempre se reconocen primero los extremos y luego, como dice Aristóteles, el término medio. En algunos casos sí, en otros no.[15]



Desafortunadamente Ross no señala cuándo conocemos directamente el término medio ni da ejemplos. Lo que deducirnos es que para nuestro comentarista la virtud no sólo se elige en función del término medio sino que nos inclinamos hacia ella debido a su naturaleza virtuosa de por sí.



Estamos de acuerdo: la acción virtuosa se elige a veces conociendo primero los extremos, pero también a veces elegimos sin conocerlos, orientándonos directamente por lo virtuoso: cuando decido no hurtar lo hago porque, además de considerar que es lo correcto, me cuido de hacer lo contrario porque sé que, de por sí, es un acto reprobable. En uno y otro caso no hay término medio y Aristóteles es consciente de esto al admitir que hay actos que son de por sí inmorales.



Ross presenta la crítica del rigorismo de Kant a este aspecto de la ética aristotélica: se considera que los vicios contrarios se oponen mas entre sí que a la virtud (1108 b 11-30). Para el filósofo de Konigsberg, los extremos (vicios) están más cerca de sí que de la virtud. Por lo tanto, no es como dice Aristóteles que, a veces, la virtud se acerca más a uno de los extremos porque ambos son vicios.



No compartimos la crítica de Kant porque, en los casos en que el término medio es aplicable, sucede, como dice Aristóteles en el pasaje mencionado, que la virtud se identifica más con uno de los extremos: la modestia como término medio está más cerca de la timidez que de la desvergüenza ya que a este extremo lo consideramos más afrentoso y por ende más alejado de la virtud. En este caso compartimos la visión de Aristóteles de que en algunos casos hay que escoger el mal menor (1109 34-35).



Al comentar Ross el ejemplo de la temperancia, opina que Aristóteles lo relaciona con los placeres y los dolores: el exceso es el libertinaje y el defecto pudiera llamarse insensibilidad. Para nuestro comentarista la concepción sobre la temperancia es estrecha y aquí se da el quiebre de la doctrina del término medio: el vicio por defecto no tiene nombre y en realidad, no existe nunca (recordemos que Aristóteles admite que todos los hombres buscan el placer). Lo único que podemos oponer al dominio de sí es la ausencia del autodominio y, en este caso, hay un solo instinto a dominar y no dos, y es aquél que impulsa en exceso a los placeres. Por tanto, no existe un vicio por defecto, éste sólo pudiera ser una insensibilidad innata por lo cual nadie pudiera ser censurado o un ascetismo, pero esto no es un vicio.[16]



Estamos de acuerdo: lo único que hay que controlar es el desenfreno. No se requiere de mucha argumentación para demostrar que la insensibilidad de la que habla Aristóteles, simplemente no existe.



Ross parece insinuar que la doctrina del término medio es esquemática; exteriormente la acción virtuosa se sitúa entre dos extremos, pero en el fondo existen impulsos diferentes que hay que superar para evitar los vicios.



No nos parece una crítica sino una constatación de parte de Ross de algo apenas obvio: el psicoanálisis ha demostrado que detrás de nuestros actos existen motivaciones inconscientes que los determinan.



Para Ross, en general, el esquema tripartito de Aristóteles es erróneo ya que cada virtud tiene su propio opuesto y esto resulta de la distinción misma entre virtud y vicio.



Adelantándonos un poco a una de las conclusiones más importantes de este trabajo, podemos decir que de esta observación de Ross se puede deducir que la determinación de la virtud no siempre se da en función del término medio sino que hay situaciones en que ésta es determinada simplemente en oposición a lo no virtuoso; así como hay acciones de por sí inmorales (en las cuales no hay término medio posible), también hay acciones de por sí virtuosas que tampoco lo admiten. Es el caso de la disyuntiva entre matar o no matar a alguien.



Finalmente observa el comentarista que en muchos casos un mismo estímulo provoca a la vez dos reacciones naturales en sentido contrario: al lado de la tendencia a acometer, puede existir la tendencia a huir. Por esto propone que la trinidad de Aristóteles respecto a la valentía,



EXCESO
Temeridad
TÉRMINO MEDIO
Valentía
DEFECTO
Cobardía



Debemos sustituirla según Ross por:



SENTIMIENTO
Temor
Amor al peligro
VIRTUD
Coraje
Discreción
VICIO
Cobardía
Temeridad[17]





Compartimos esta crítica dado que, por ejemplo, frente al peligro es verdad lo que dice Ross, podemos mostrar una actitud temeraria o huir que sería la cobarde (la verdad es que en algunos casos no sería cobardía sino sensatez).



Respecto al dinero Aristóteles propone



EXCESO
Prodigalidad
TÉRMINO MEDIO
Liberalidad
DEFECTO
Avaricia



Siguiendo la propuesta de Ross podemos sustituirla por:



SENTIMIENTO
Instinto de atesoramiento
Instinto de gasto
VIRTUD
Liberalidad
Economía
VICIO
Mezquindad
Prodigabilidad







Por su parte Alasdair MacIntyre en su obra “Historia de la Ética”, realiza las siguientes críticas a la noción del término medio.



Considera que Aristóteles no establece un criterio por el cual podamos determinar el por qué una acción o pasión raya en el exceso o en el defecto. Sin embargo reconoce que los ejemplos que coloca llevan implícito este principio.



Creemos que en esta noción sí hay un criterio de elección para determinar nuestras acciones, y éste es precisamente la mesura. Esta nos da la percepción a través de la recta razón para evitar los extremos.



Ahora, si tenemos en cuenta que nuestras pasiones no son susceptibles de elección, conducirnos ante ellas de una manera u otra sí lo es, y la mejor manera es acertar en el cómo, con quién y en qué momento y esto nos lo permite la mesura.[18]



Aquí es pertinente el comentario que R.A. Gauthier hace al pasaje 1109 a 25-32 de la E.N.: “placer y pena son las pasiones fundamentales que determinan el movimiento del deseo y, por consiguiente, la actividad exterior, es entonces regulando la pasión que la virtud regula la actividad”.[19]



En estos pasajes es elocuente que Aristóteles deja entrever inequívocamente un criterio de elección.



Otra objeción de Maclntyre es la siguiente: “Si digo que un hombre se enoja no lo estoy condenando o alabando. Si le atribuyo envidia, lo estoy censurando.



Las emociones en las que puedo hablar de justo medio (y las acciones que corresponden a ellas), son aquellas que puedo caracterizar sin tomar una decisión moral.



Se puede hablar de justo medio cuando es posible caracterizar una emoción o acción como un caso de enojo con anterioridad e independencia frente a la pregunta acerca de si se presenta de manera deficiente o en exceso”[20].



Según esta objeción, la doctrina del término medio es válida para aquellas acciones y pasiones moralmente indiferentes. Si esto es así, dice nuestro crítico, Aristóteles estaría obligado a mostrar que todos los vicios y virtudes son medios y extremos con respecto a una emoción o preocupación por el placer y el dolor, caracterizable e identificable en términos no morales.



Aquí nos mostramos de acuerdo con el mencionado autor porque hay acciones y pasiones inmorales de por sí, como hemos visto, lo mismo que acciones y pasiones que son moralmente virtuosas en sí. Esto lo determinamos directamente, no en función del término medio. Esto lo vimos a propósito de las críticas de Ross.



Pero sigamos con el análisis que hace nuestro comentarista: el intento de Aristóteles de demostrar su doctrina al final del libro II a través de unos ejemplos, desnuda lo problemático de la misma. Veamos: para Aristóteles la envidia es un extremo, la malicia otro de una cierta actitud con respecto de la fortuna de los demás. La virtud que constituye el término medio es la indignación equitativa.



Para Maclntyre este ejemplo evidencia otra dificultad de la concepción aristotélica: el hombre que se indigna con equidad es aquel que se perturba ante la inmerecida fortuna de los demás. El envidioso se excede en esta actitud y se siente perturbado ante la merecida buena fortuna de los demás.



Para el autor inglés es absurdo considerar al malicioso y al envidioso como los extremos de la justa indignación, porque si bien es cierto que el envidioso se excede en cuanto se apesadumbra ante la merecida fortuna, aquí el malicioso no sería el que se regocija ante la inmerecida buena fortuna sino que se regocija ante la desgracia de los demás.



Concluye que aquí se rompe el esquema del término medio ya que, según podemos deducir, lo que en un extremo ocasiona una reacción (x), en el otro debe ocasionar la contraria. En el caso del ejemplo, aquello ante lo que se regocija el malicioso no es lo mismo ante lo que se apesadumbra el envidioso.



“Su actitud no puede colocarse en la misma escala y sólo el empeño de hacer funcionar a toda costa el esquema del término medio pudo llevar a Aristóteles a cometer este desliz”.[21]



Esta crítica es justa en nuestro contexto histórico por la connotación que tiene el término malicioso. Pero tendríamos que ver lo que en la Grecia de Aristóteles significaba e implicaba este vocablo. Nos queda la duda porque el mismo MacIntyre nos informa que la palabra griega correspondiente a malicia tiene la significación que él le atribuye.



Respecto a la virtud de la liberalidad, los vicios son la prodigalidad (exceso) y la mezquindad (defecto). La primera es el exceso de dar y la deficiencia de recibir; la segunda, el exceso de recibir y la deficiencia de dar.

Para Maclntyre no se trata de un exceso o un defecto respecto de la misma acción sino respecto a dos: dar y recibir dinero.



Aquí la razón está de parte del autor anglosajón, ya que al ilustrar este ejemplo Aristóteles dice: “En relación con el dar y recibir dinero, el término medio es la liberalidad, el exceso y el defecto son, respectivamente, la prodigalidad y la tacañería[22] a menos que se nos objete que el dar y recibir dinero hacen parte de un mismo sentimiento como es la actitud frente al dinero.



En lo tocante a la virtud de la templanza, nuestro autor comparte la misma objeción de Ross ya que “son escasos los hombres deficientes en el goce del placer”. Esto ya lo habíamos comentado arriba.



A manera de conclusión Maclntyre llega a la aseveración de que esta noción posee ciertos grados de utilidad en el plano expositivo “sin poner de relieve nada lógicamente necesario sobre la naturaleza de alguna virtud”.



No estamos de acuerdo con la radicalidad con que se entra a descalificar la noción de término medio porque, como lo afirmamos, es válida respecto a sentimientos y acciones moralmente indiferentes como él mismo lo reconoce.



CONCLUSIONES Y BALANCE



Después de analizar la noción del término medio en Aristóteles y las críticas comentadas, podemos sacar las siguientes conclusiones.



El término medio es un criterio de elección de la acción virtuosa. Otra cosa es que no sea aplicable en todas las situaciones. En algunos casos esta noción no funciona (temperancia, liberalidad, justa indignación).



A pesar de que se reconoce que el conocimiento del término medio no es el conocimiento de una fórmula, no son suficientes las nociones de exceso y defecto para el logro de la virtud. Lo importante es tener en el momento indicado, la percepción de la acción correcta.



Por lo tanto a veces la elección de la acción virtuosa no se da en función del término medio sino en función de la misma distinción entre virtud y vicio. Ya vimos que en estos casos no tenemos que conocer primero los extremos sino que directamente nos inclinamos por la acción virtuosa. Aquí es evidente que muchas veces nuestros actos no están en función simplemente de apartarnos de los excesos o defectos sino en función de la virtud.



En algunos casos la acción virtuosa puede acercarse a algún extremo sin que esto logre descalificar la validez que esta noción tiene.



Aunque al elegir el término medio debemos tener en cuenta las circunstancias, no siempre es posible debido a que la urgencia práctica no nos permite deliberar. Es evidente que ante lo súbito de algunos acontecimientos, los actos que han de realizarse por el agente tendrán como norte lo que él considere virtuoso.



La reacción que ocasiona un sentimiento o acción en un extremo tiene que ser la contraria en el otro. Es obvio que, si existen dos extremos, una acción pecará por exceso y la otra por defecto, opuestas entre sí y a la media.



Las acciones extremas y el término medio deben darse respecto al mismo sentimiento o acción.



Esta noción es válida respecto a pasiones o acciones moralmente indiferentes, ya que en éstas se valora la intensidad con que se asumen pasiones y acciones.











BIBLIOGRAFÍA



ARISTÓTELES: Ética Nicomaquea. Editorial Gredos. Madrid, 1995.



GAUTHIER, René Antoine: L ‘Ethique a Nicomaque. Publications Universitaires, Louvain, 1970. Tomo II.



ROSS, W.D.: Aristóteles. Editorial Charcas. Buenos Aires, 1981.



MACINTYRE, Alasdair : Historia la Ética. Editorial Paidós. Barcelona, 1992



BRAVO, Francisco: Ética y Razón. Monte Avila Editores. Caracas, 1989.



[1] ARISTÓTELES.  Ética Nicomaquea. Libro II, 5, 1106ª 5-10, 1106b 36-1107 a 1 Ed. Gredos. Madrid, 1995.

[2] GAUTHIER, R. A. L’Ethique a Nicomaque. Publicaciones Universitaires. Louvain. 1970.

[3] ARISTÓTELES, Op Cit. Libro II, 6, 1106b 5-24.
[4] Ibidem, Libro II, 2.

[5] GAUTHIER, R. A. Op. Cit.

[6] ARISTÓTELES. Op. Cit. VI, 1, II38 b20-25.

[7] Ibidem.

[8] BRAVO, Francisco. Ética y razón. Ed. Monte Ávila. Caracas, 1989.
[9] Esto lo deudcimos de las siguientes citas en la Ética Nicomaquea:
“N tood lo contínuo y divisible es posible tomar una cantidad mayor, o menor, o igual y esto, o bien en relación a la cosa misma o a nosotros”. (1106 a 26).
“Pero el medio relativo a nosotros no ha de tomarse de la misma manera, pues si para uno es mucho comer diez minas de alimento y poco comer dos, el entrenador no prescribirá seis minas pues probablemente esa cantidad será mucho o poco para el que ha de tomarla” (1106 b 1-5).
“Así pues, todo conocedor evita en exceso y el defecto y busca el término medio y lo prefiere; pero no el término medio de la cosa sino el relativo a nosotros” (1106 b 5).
[10] ARISTÓTELES. Op. Cit. Libro II, Capítulo 8.


[11] ARISTÓTELES. Op. Cit. Libro II, Capítulo 9.
[12] ROSS, W. D. Aristóteles. Ed. Charcas. Pág. 279-280. Buenos Aires, 1981.

[13] ARISTÓTELES. Op. Cit. 1106 b 36-39.

[14] ROSS, W. D. Op. Cit. Pág. 280.
[15] ROSS, W. D. Op. Cit. Pág. 280.
[16] Ibidem. Pág. 296.
[17] ROSS, W. D. Ibidem. Pág. 294.

[18] ARISTÓTELES. Op. Cit. II. 9, Libro 1109 b 13-15.

[19] GAUTHIER, R. A. Op. Cit.

[20] MACINTYRE, A. Historia de la Ética, Pág. 71-72. Editorial Paidós. Barcelona, 1992.
[21] MACINTYRE, A. Op. Cit. Pág. 72.

[22] ARISTÓTELES. Op. Cit. Libro II, 7, 1107 b 9.

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