ATARDECER
Por: Manuel Donado Solano
Este verso florido, estampado con sobrio deleite frente a la inmensidad de tu olvido, sobrevive, y reina con todo su esplendor en la añoranza de aquellos fugaces encuentros empapados de humedad bajo el alero del zaguán; siempre al amparo de esa tristeza que sobreviene al final de las puntuales lluvias en cualquier tarde de octubre.
Es el introito a esa extraña premonición que siempre ha de acompañarme mientras espero en la espaciosa caseta de rejillas metálicas al articulado del transporte público cada vez mas presuroso y atestado.
Repaso con cierta fruición tus ademanes y aquella mueca de cansancio que engloba tu rostro al abandonar la oficina al final de la tarde.
Es el eterno ritual de una vida que por momentos, inmisericordemente, sientes con gran desaliento como se te escapa en el ocaso de cada crepúsculo.
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