viernes, 10 de abril de 2020

PACO EL INSOMNE


Por: Manuel Donado Solano

Contemplar desde la incertidumbre de la cálida madrugada, el desconcierto que ahora muestra Paco, el siempre puntual e insomne gato de la esquina en sus desesperados e infructuosos llamados a los vecinos de la cuadra en una ciudad temerosa y rendida; sumida en el sepulcral mutismo de una casa abandonada que a ratos parece despabilarse ante las voces de los últimos recicladores y el chirrido de sus carretas repletas de cartones y envases en su travesía hacia los depósitos del mercado.
En esos instantes, cuando la gran luna ociosa y radiante, está en todo su esplendor, y poco a poco han ido cesando las voces y aquellos chirridos de balineras atascadas y sin engrasar, el sublime espectro de la ciudad somnolienta y atribulada, empieza a hacerla menos desconfiada, parapetándose en las oscuras sombras de las enormes ceibas y cauchos; y en los últimos pliegues de su regazo, sin dejar de mostrar a hurtadillas, esa mirada huidiza y apocalíptica.
A medida que en el horizonte empieza a insinuarse una claridad plomiza, Paco hace nuevamente una especie de semicírculo alrededor del laurel reverdecido, maullando incesantemente sin recibir respuesta alguna.
"Deben estar asustados" parece intuir en medio de aquella tristeza de animal abandonado, mientras lame suavemente sus patas delanteras, y con paso sigiloso y cansino, emprende el regreso a su guarida, mientras alcanzo a ver a lo lejos como empieza a doblar la esquina con su estilo acompasado. 

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