APOCALIPSIS.
(Texto Breve)
Por: Manuel Donado Solano
Sé que ha padecido ese trance que raya en lo apocalíptico, en ese estado muy cercano a nuestra partida definitiva, a la disolución final. No mienta. En estos tiempos, todos estamos abocados irremediablemente a cargar el gran fardo de nuestra cruz y a encarar estos horribles signos que siempre empiezan por abotagarnos el rostro y rompernos el alma de la manera mas cruel.
Ya ve!. De nada vale que trate de ocultar a sus hijos y a su mujer ese cansancio del alma y las verdosas bolsas que se han empezado a formar debajo de sus ojos en medio de esa palidez espectral que han logrado dejar desde hace algún tiempo, los prolongados insomnios.
Acéptelo! Nadie le reprochará haber tenido que abandonar aquel trabajo que ya no le llenaba espiritualmente en lo mas mínimo, y de unos años hacia acá, ante la necesidad de asumir nuevas responsabilidades, era muy poco el tiempo de que disponía para terminar esa excelente y prometedora novela, convirtiendo su estadía en aquella oficina, en la peor de las pesadillas.
Sí, seguro que es así. Todos hemos desfilado un tanto perplejos por trechos tan aciagos, que muchas veces hemos agotado nuestra capacidad de asombro. Pero usted apenas empieza en estas terribles y agotadoras lides por exprimir las palabras, hasta modelar su fina y luminosa textura, en el verso que sobreviva a la posteridad, y de ellas brote la mas hermosa sonoridad.
Todavía están muy lejos las encarnizadas y decisivas batallas donde enfrentará en franca lid el peso agobiador y el irreversible legado de los autores de cabecera que siempre lo tendrán sujetos a la ejida de sus deslumbrantes construcciones literarias, hasta que logre zafarse de esa impronta que por mucho que intentamos arrancárnosla, siempre terminamos maquillando sutilmente hasta el absurdo.
Pero no tema, todo llegará a su tiempo. Cuando se encuentre en su catre, y crea que ni siquiera con el suave rumor de la gélida noche, logre soslayar sus atribulados pensamientos, entonces no hay otra alternativa que coger la pluma y desfogarlos en ese ese incisivo y retador espectro de la hoja en blanco.
Entonces, emergerá esa espurea turbulencia de imágenes y conceptos; escuchará íntimamente, el callado llamado de extraños requerimientos y voces de otros ámbitos, anunciando el inicio de algo pletórico e ignoto que logrará exorcizar al acariciar la certeza de esa nueva tonalidad lograda en el ultimo párrafo.
Ahora, un poco mas sosegado, sin pensar en las afugias del nuevo día, se abandonará nuevamente a la extraña desazón y al nuevo reto del insistente cursor, invitándolo una vez mas, a la dolorosa y hermosa jornada con la palabra.
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